El capitel de la Orestíada (II)

Continuamos el guión iniciado:
Esas Furias son las que, en otras propuestas que hemos hecho, pudieran ser las que cabalgan leones en capiteles como el “triple Sansón de San Isidoro de León” en donde propusimos se efigian “la ira, que ansía la venganza; la avaricia, que ambiciona riquezas y la lujuria, que busca los placeres”, como describe San Isidoro en las Etimologías y que cita oportunamente el profesor Prado-Vilar. Aparece en San Isidoro a la vista de reyes y nobles que presidían las ceremonias áulicas, como un recordatorio de su condición humana, sujeta a la tentación de las pasiones.
Capitel de San Isidoro de León que pudieran mostrar los vicios de la ira, la avaricia y la lujuria

Pero volvamos a nuestro capitel. Su modelo, el sarcófago de Husillos, por ser una pieza fácilmente transportable en una simple carreta, puede haber tenido múltiples recorridos. Incluso nadie puede dar por cierto que se mantuviera en Husillos desde el concilio en 1088 hasta que lo relaciona Moralejo en el siglo XX. Tampoco se sabe si fue, como es posible, utilizado para enterrar algún noble castellano, como era costumbre en esa fecha.
Si aceptamos, como parece razonable, que está presente en el concilio y que hasta pudiera haber pasado antes por León y Jaca, inspirando los capiteles quiásticos, es posible que quien lo hace llegar es porque encuentra una utilidad didáctica en las escenas esculpidas, pese a ser una historia pagana. No sólo hay que tener en cuenta la cara principal, sino los laterales, como hace Prado-Vilar. Si un hombre de Iglesia, obispo o personaje instruído, encuentra en ese ajusticiamiento un ejemplo para “publicitar” su campaña contra esa vieja ley, para fomentar los procesos judiciales con testimonios y pruebas, por encima de la venganza homicida legal, bien puede haberlo mostrado al rey, dispuesto a seguir los nuevos modos civilizados emanados desde Roma y Cluny, para desterrar viejas leyes. En alguna ocasión hemos jugado con la hipótesis de que fuera el propio Diego Peláez quien aparece encadenado ante el rey Alfonso VI al inicio del concilio, el que aportara esa pieza que le viniera bien para ofrecer reconciliación al rey contra el que había conspirado con la intención de obtener una primacía eclesiástica que tenía Toledo, tratando de ceder Galicia a Guillermo el Conquistador, que acabamos de ver invadiendo Inglaterra en el Tapiz de Bayeux.
Pero lo cierto es que los estudiosos proponen una procedencia, quizás de la zona de Arles, donde abundan estas piezas funerarias, por la presencia de algún obispo francés en el concilio de Husillos.

Decimos, pues, que el relato esculpido en el sarcófago sirve en San Martín como alegato contra la venganza como justicia en el ámbito familiar, si se conocía la tragedia griega.
Pero incluso con la posibilidad de que no se conociera el relato, lo que se entiende de esa escena con ribetes bíblicos, tal como  otras muchas que figuran en los sarcófagos paleocristianos, pudiera ser útil para el mismo propósito. No dejamos de recordar que las escenas habituales en los sarcófagos citados, siglos II y III, con escenas-relatos alusivos a la muerte y el arrepentimiento, son reproducidas en capiteles románicos. En el Panteón Real de San Isidoro de León tenemos capiteles con la Resurrección de Lázaro, la curación de la hemorroisa, Daniel entre los leones, el sacrificio de Isaac, el paso del mar Rojo y alguno más que aparecen como motivos habituales en los sarcófagos. Creemos haber leído, incluso, que el extraño capitel con un monje y una especie de animal fabuloso (unicornio)  pudiera referirse a Jonás, otro habitual –por su carácter resurreccional- en las esculturas de los sarcófagos.
capitel del Panteón Real de San Isidoro de León


Esa coincidencia de León con los sarcófagos lo destaca Prado-Vilar en una nota al pie en la pag. 26 del artículo que estamos usando.
Pero debemos pasar ahora a otro artículo definitivo del prestigioso investigador gallego: “Saevum Facinus: Estilo, genealogía y sacrificio en el arte románico español”. La devoción que algunos tenemos por sus trabajos (difíciles, pero con tanto contenido) nos acarrean las críticas de algunos amigos aficionados, pero eso lo que hace es obligarnos a leerlos una vez más. Realmente hay un cierto temor a comentarlos o citarlos, pero como aficionados de a pie creo que podemos discutir sobre sus escritos.
Tan sólo el título: Crimen salvaje, está anunciando el contenido del episodio, que nos sirve para explicar el capitel románico, como es lógico.
La descripción que hace sobre el ambiente sumamente tenso que rodea el concilio, es la que hemos propuesto en entradas anteriores: desórdenes sociales, revueltas políticas, militares y eclesiásticas –ya hemos citado la frontal oposición a la reforma gregoriana- urgen al rey a imponer un nuevo orden.Tal como expresó Moralejo, pudiera resultar difícil para el ojo medieval trasponer la escena de un crimen de una pieza pagana a un relato actualizable, pero la tensión social y la abundancia de venganzas tribales en la época del concilio pudiera haber inspirado la utilidad, más allá de personalizar los protagonistas en los hijos de Adán. Por ello, Prado-Vilar propone que el sarcófago sea “un testigo activo de la historia y una clave en la que confluyen la historia (y el presente) con la edad del mito”.
Lateral del sarcófago de Husillos. Atenea logra con su voto declarar la libertad de Orestes (fotos wikipedia)

Curiosamente, un lateral del sarcófago de Husillos contiene la escena en la que Atenea libera a Orestes declarando su inocencia en una votación decisiva, que no deja de recordar una ordalía incruenta. La acción semeja al ceremonial de la prueba caldaria. En este caso, la “inocencia” de Orestes viene impuesta por el voto de Atenea. No olvidemos que dejar en manos de Dios el destino es un acto muy frecuente en la Biblia y abunda la designación en sorteo. 
La cara opuesta muestra a Orestes y Pílades maniatados conducidos ante el tribunal, en una imagen que recuerda las que hemos comentado sobre las ordalías. Incluso el cetro que porta el Tauro se asemeja a los que portan los alcaldes y jueces en las portadas castellanas.
 Como vamos siguiendo el estudio citado, que se detiene en estudiar el Pathosformel, la expresión gestual que transmite un sentimiento, hemos de contemplar el otro lateral del sarcófago, con Orestes y Pílades maniatados y conducidos al juicio, en una expresión fácilmente asimilable a la de los reos conducidos por el alguacil para la prueba ordálica. Parece evidente que la expresión y gestualidad de los personajes del sarcófago, incluso su desnudez, permitió al comitente que estaba planificando la iconografía de Frómista (quizás modificando algún programa ya diseñado) dar con un mensaje que contenía la violencia y ceremonial que pretendía condenar en San Martín, lo que continuó con los capiteles que hemos analizado antes, los núms. 19 y 31 para acabar en el nº 12 fustigando el abuso de los siervos en las pruebas ordálicas. De esa forma, un corto programa iconográfico se constituía como “un cuento de miedo para adultos” en expresión de Warburg que cita Prado-Vilar. “Escucharemos un canto elegíaco en torno a los temas del crimen familiar y el sacrificio, el cual reverbera, casi simultáneamente, y con diferente intensidad, a cuatro niveles: el mítico, el bíblico, el histórico y el historiográfico”, propone el profesor, “canto elegíaco” porque entendemos que se elige esa escena violenta para condenarla como cosa abominable del pasado, sea el crimen familiar o sea Cain en concreto.  Más aún, el profesor Prado-Vilar, al acentuar la presencia de aves con significado eucarístico entre sus capiteles, añade que “el tono general del programa iconográfico de la iglesia (que) incide, como veremos, en la denuncia de la violencia fratricida”. Pensamos que se puede abrir más el foco para incluir toda violencia realizada en nombre de unas leyes o costumbres heredadas que había que superar.

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