Y ahora...el Fuero General de Navarra

También en Internet está accesible un interesante trabajo de Luis del Campo, a quien suponemos doctor en medicina por sus comentarios. El artículo “Las pruebas del fierro calient y de las gleras en el Fuero General de Navarra” aporta algunos detalles que confirman y amplían cuanto decimos.
Dado que Larraona pertenece al reino de Navarra, nos parece apropiado estudiarlo, puesto que sus explicaciones son válidas para cualquier parte.
Nos saltamos el minucioso relato del hierro caliente, que termina  citando un capítulo con un caso concreto: Si una mujer soltera acusa a un hombre de ser el padre de su “creatura”, quien lo negare, para probarlo debe someterse a la prueba del hierro candente.”
Nos vamos a centrar en las pruebas de las gleras, que es lo que pensamos se expone en Frómista. El articulista recuerda que” en las ordalías intervenía la Iglesia y participaba un representante religioso”. El protocolo estaba fuertemente dirigido y, por ejemplo, la leña que se usaba para calentar tanto el hierro con el agua procedía de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos, de manera que todos los elementos tuvieran la protección divina. Por ello, en las ordalías de agua fría, con la inmersión del acusado en una gran piscina, también era bendecida esa agua. Los reos ayunaban, guardaban vigilia la noche anterior y comulgaban previamente. En algún momento se exigió la desnudez y cuando menos, que fueran descalzos para evitar cualquier trampa que modificara las condiciones de la prueba.
Bien, veamos las gleras. Estas eran una bolsitas de lino o tela hasta un número de nueve, llenas de grava o arena, que se introducían en el recipiente en el que se vertía el agua hirviendo, de manera que el reo debiera sacarlas del fondo para que surtiera efecto la acción del agua caliente.
El articulista señala el capítulo XVIII, Título III del libro V del Fuero General de Navarra donde se describe: Ningún hombre que ha de traer gleras de la caldera, el agua debe ser hirviente y las gleras deben ser nueve ligadas con un trapo de lino, y ligadas con un hilo delgado en el cabo y en el otro cabo al asa de la caldera y las gleras toquen el fondo de la caldera. El agua caliente sea tanto en la caldera como de la muñeca entre hasta la juntura del codo, y líguenlo con trapo de lino y el trapo sea las dos partes del codo y sea ligado en nueve días. Al cabo de los días los fieles cátenle la mano, y si hallaren quemadura, pague la pérdida con las calonias. Los fieles de esas gleras deben ser dos, y el tercero el capellán que bendiga las gleras y el agua. Empero vedado ha sido en Roma a todo clérigo ordenado que no bendiga estas gleras ni el hierro caliente….Este fuego haya de los ramos que suelen bendecir en el dia de ramos en la iglesia y líguenlo en la mano con el sello sabido, que no se suelte hasta que los fieles lo suelten al cabo de nueve días.
Hay que tener en cuenta que el Fuero navarro procede de 1248, época en que esas pruebas y ordalías estaban claramente condenadas por la Iglesia desde el concilio de Letrán de 1215.
Se entiende que las gleras eran sujetas con hilos al asa de la tina, pero no podían “pescarlas” sino metiendo la mano hasta el fondo.
 Encuentra Luis del Campo como muestra de tolerancia del legislador el hecho de permitir que el propio acusado pudiera ser reemplazado por otra persona al ventilar la prueba, pero entendemos que se hacía porque si el acusado era de estirpe, disponía de siervos a los que ordenaría hacerlo por él, o bien contratándole, como dijimos del vecino de Piasca.
También se extraña que los médicos no hicieran alguna objeción ante tanta salvajada, que pocas veces se producía el “milagro”, pero quizás pueda influir que los médicos en esa época eran casi todos judíos y tanto ellos como los musulmanes no eran afectados ya que no podían jurar por Dios o por Cristo, lo que no quiere decir que en caso de acusaciones no sufrieran peor suerte.

A pesar de todo, habían en los burgos personas especialistas en pasar esas pruebas por alguna característica concreta: manos tremendamente encallecidas, o alguna razón por la que se apelara a esos “campeones” (como eran llamados).
Para que el paciente lector no pierda la costumbre actual de acompañar una imagen, nada mejor que la ofrecida en la foto de Rosa G.Nieves.
Sigue intrigándonos el significado de ese objeto (parece una gran flor de lis) que porta el último porteador, en una iconografía absolutamente alejada de la siniestra original que creemos hay en Frómista.
Se puede observar que los porteadores, probablemente siervos de baja condición, casi esclavos, quizás los que sufrían las ordalías por cuenta de sus amos, van descalzos, mientras que los otros dos personajes llevan botines, son de mayor rango.
Capitel procedente de la Granja de Valdecal en el MAN


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