Los "penitentes" de Semana Santa

Una vez más hemos de recurrir a la antropología para conocer los entresijos de la vida en la Edad Media sin depender de los “archivos eclesiásticos”, los oficiales, que nos describen la mortificación y la penitencia de los fieles cristianos durante la Semana Santa, sin mostrar la trastienda de la Fiesta.
En un interesantísimo trabajo de los investigadores David Niremberg y Maríe-Pierre Gaviano publicados en Annales, Histoire, Sciences Sociales, titulado “Les juifs, la violence et le sacré” en 1995 (disponible en internet en Persee)
se relatan algunas costumbres pascuales que, aunque parece relacionarlas con pueblos europeos, al final, la mayor parte de las evidencias corresponden a España.
Trata el trabajo de mostrar no sólo la costumbre nefasta de aprovechar los días en que estamos (Jueves y Viernes Santo y la semana Santa) para “ajustar” cuentas con el pueblo judío –deicida para los cristianos viejos, arengados por sus dirigentes- sino el derecho que invocaban para llevar a cabo esas agresiones algunos grupos, como los jóvenes clérigos, hasta el punto de generarse disputas con el poder civil que intentaba pacificar las agresiones, aunque solo fuera porque los judíos constituían un grupo de fuerte poder económico. La manifestación de violencia e intolerancia contra los judíos en la Semana Santa merece que lo demos un vistazo para ver cómo se comportaban nuestros “abuelos” cristianos.
Antes de ello, aportamos una nota extraída de un notable texto : “El año mil y la paz de Dios.La iglesia y la sociedad feudal” de Dominique Barthélemy que también describe el ambiente antijudío en la Edad Media. Al estudiar la figura de la Tregua de Dios, cuenta (pag.225) cómo “a los judíos se les reprochaba ser el pueblo deicida,especialmente el Viernes Santo. En estos días, un viernes Santo, después de la Adoración de la Cruz, Roma fue presa de un temblor de tierra y de un gran huracán. Inmediatamente después un judío hizo saber al señor Papa que a la misma hora en la sinagoga los judíos se mofaban de la imagen del crucificado. El papa Benito investigó activamente el hecho, tuvo confirmación de él y condenó a muerte a los autores de esta fechoría. Tras ello, la furia del viento cesó (crónica de Ademaro.III.52.pag.171).” Y continúa el texto: “En esa época –sigue Ademaro- Hugo, el capellán del vizconde de Rochechouart fue por Pascua a Toulouse con su señor. Golpeó a un judío, como es costumbre en toda fiesta de Pascua. Ello hizo que de esa pérfida cabeza cayeran a tierra el cerebro y los ojos. Inmediatamente llevaron al muerto de la basílica de San Esteban a la sinagoga de los judíos, donde fue enterrado”. Terminamos la cita del texto de Barthélemy: Era un ceremonial regulado.(Es la primera vez que se menciona una colaphisation (bofetada ritual que se da a un judío el Viernes Santo). B.Blumenkranz. Les auteurs chretians.pag.251).

Pero hemos de seguir con el artículo de los judíos, que relata cómo se había instalado entre las costumbres pascuales la agresión y saqueo a los judíos, de manera que la muerte del judío formaba parte del folklore. Nuestro amigo Francisco V.Calle Calle ha investigado “la muerte del Judas” como una ceremonia popular en los pueblos cacereño en estas fechas.
Cuenta el trabajo de Nirember-Gaviano que en Asturias los niños agitaban este día sus carracas (instrumento “musical” típico de estas fechas, que sustituye a las campanillas en la misa) al tiempo que se dirigían a las casas de judíos cantando:
 Xudios marranos, matásteis a Dios;
 nosotros agora matamosvos.
Judíos ladrones, a Cristo matar
Y agora a cristianos venís a robar.
Asimismo, en Tortosa, en la liturgia del Viernes Santo se entonaba el “matajudiets”: los niños acompañaban el canto golpeando con bastones en el suelo en medio de una gran algarabía.
El hecho de que los judíos no vivían mezclados en el casco urbano permitía localizar y apedrear sus viviendas con motivo de las fiestas que ahora rememoramos.
Pedro III de Aragón cuenta cómo su padre pasó un Viernes Santo en la ciudad de Gerona, bajo su reinado. “Miembros del clero no dudaron en llamar a rebato, dirigiéndose a asaltar el barrio judío, al punto de que el rey debió tomar las armas para defender a sus judíos. El propio Pedro III se quejó al obispo por los actos, especialmente en 1278 cuando, por la pascua, los clérigos y sus acompañantes, desde lo alto del campanario, hicieron llover sobre el ghetto una lluvia de piedras contra las viñas y jardines de los judíos, mofándose de los representantes reales que intentaban detenerlos.
En un tumulto en Gerona en 1302, miembros del clero asaltan el barrio judío. Un joven de 15 años, novicio, mata de un golpe a un niño judío. En el juicio, un médico testifica: Tan lejos como se remonta mi memoria, al menos veinte años, he visto en Gerona, Barcelona,Valencia y más allá en Cataluña escolares y adolescentes lapidar a judios…el Viernes Santo..y pienso que esa costumbre viene siendo observada desde hace más de treinta años en la mayor parte de Cataluña.
Sin embargo, existe escasa documentación de las denuncias de las víctimas, quizás por temor a aumentar las represalias. Se documenta una por parte de una viuda cristiana, que en el ataque a la casa del judío que se la había alquilado, perdió la vivienda.
De todos modos, se dispusieron guardias y vigilancia especial en los Viernes Santos en estos enclaves, que debían pagar ellos mismos, hasta el punto de que en 1473 los judíos de Castellón denuncian que los guardias que debían protegerlos de jueves a Sábado Santo, habían tomado parte en las lapidaciones animando a la gente a imitarles.
También se constata que algunos musulmanes aprovechaban la licencia para participar del mismo odio contra los judíos. La práctica del apedreamiento, es decir, la lapidación, no era arbitraria, ya que según las leyes judías, esa era una manera de aplicación de justicia inmediata, como los casos de adulterio, así descrito en la Biblia en torno a la historia de la casta Susana en el libro de Daniel y otros muchos episodios. No hay que olvidar que el martirio de San Esteban, el primer mártir, fué la lapidación por una turba judía.
El episodio citado antes ocurrido en Gerona en 1331 indica la edad de los participantes, entre quince y dieciocho años, incluso en torno a los doce años, en un intento de incendio de la puerta de la judería dirigido por uno de los hijos del vicario “de catorce años, y por tanto, tonsurado” y otros de doce años. Por extensión, tirar piedras como protesta contra las fachadas de las casas de los enemigos era práctica habitual. El rey Alfonso proclama penas contra los que tiren piedras contra el palacio real. Un relato medieval cuenta que tirar piedras era una forma de contestación en querellas por límites de propiedad, de manera que en Salamanca se tiraban nueve piedras contra el edificio que se consideraba construido invadiendo la propiedad ajena.
El día de la fiesta de la Resurrección –sigue el estudio de Niremberg y Gaviano-un grupo de jóvenes jugaban en la proximidad del barrio judío de Daroca y uno de ellos, arrojó una piedra sobre el muro, con tan mala fortuna que mató a una joven judía, librándose con tan solo una multa.
Aún sin tener constancia de quién y cómo se arengaba a esta tropa juvenil para realizar estas “venganzas” no es muy difícil suponer desde qué ámbitos y lugares se produciría.
El ardor llegaba al punto de agredir a las propias fuerzas reales que pretendían evitar esas lapidaciones y agresiones. Así, relata el artículo como el Jueves Santo, el alcalde Bernard de Bas había editado un bando prohibiendo cualquier agresión o insulto a los judíos y cuando, acompañado de algunos sayones estaba comprobando el respeto a esa norma,  a varios jóvenes clérigos se les confisca las armas. En la catedral se produce un enfrentamiento entre unos y otros, con escenas de gran tensión, sin llegar al derramamiento de sangre y la crónica señala el carácter casi ritual de esta disputa, como si los contendientes supieran los límites de cada uno. El argumento de los “cristianos” para su hostilidad era que los judíos no obedecían la orden de confinamiento en su ghetto durante la Semana Santa, aunque los representantes de la ley aducían que lo estaban respetando.
De ese modo, el clérigo Vidal de Villanova consideraba que el lanzamiento de piedras contra los edificios judíos eran una parte importante del servicio de Pascua y el oficio divino, y por lo tanto, un ritual a respetar. A veces, incluso con la construcción de un túnel de acceso a la judería, se dañaba la sinagoga y los objetos de culto, para mayor humillación de los enemigos. “En la Edad Media, en efecto, el deicidio no era algo de un pasado lejano, sino revivido todos los años”
Ventana de la iglesia de Pozancos (Palencia)
Las representaciones de la Pasión como violencia tradicional que se representaba durante la Semana Santa, conllevaba afrentas rituales contra los judíos, de manera que en Villareal, en el reino de Valencia, consta la adquisición de máscaras para que los judíos cumplieran su papel representando al diablo y los demonios, “y para las fiestas de la Asunción de Tarragona, en primer lugar, los judíos deberán construir un bello pabellón donde quedarse. Lucifer y los otros demonios deberán construir un segundo”. En Avila, un consejo condena como “una mostruosidad respecto al cuerpo social” el hecho de hacer danzar a los judíos en las procesiones del Corpus Christi o hacer participar de lamentaciones y lloros a judíos y musulmanes. Ese espíritu de venganza se materializa en recitados y epopeyas que narran la destrucción de Jerusalen como justicia divina por los crímenes de ese pueblo.
La postura de defensa del estatus judío por parte de la autoridad, permite a los articulistas proponer que en esa agresión a los protegidos, se materializaba una protesta contra el poder real, pero eso escapa a nuestra intención.

Para ilustrar este trabajo no disponemos de imágenes de tiempos románicos, ya que parece que estos rituales fueron posteriores, quizás inspirados en los autos sacramentales o escenas de la Pasión desarrolladas en las iglesias para fomentar el fervor (y a veces, el odio) popular. Sin embargo, sí disponemos de una curiosa escena de “bofetada” que no tiene nada que ver con la colaphisation que hemos visto al principio.

Se trata de la pequeña iglesia de Pozancos al norte de Palencia que narra, a nuestro juicio, una posible escena juglaresca, pero que pudiera tener connotaciones de rapto, por los elementos que entornan la acción.


El capitel a nuestra derecha de esa ventana muestra a una mujer que se atusa la melena (gesto y melena no apuntan a mujer virtuosa) al tiempo que un caballero que sujeta sobre el brazo un ave de presa la coge por la cintura. Ella le responde con una "sonora" bofetada, tal como muestra su mano abierta. Aparenta ser una escena juglaresca que recuerda a la esculpida en la asturiana portada de San Pedro de Villanueva. Tenemos a la dama casquivana y al truhán.
Pero hay algunos elementos que inducen a pensar en algo más serio: quizás rapto o denuncia, ya que el capitel de enfrente muestra a Daniel entre los leones, que a su vez es probable que se repita -en otro formato- en la portada, y que en algunos casos se utilizaba como señal de iglesia juradera, donde celebrar juicios u ordalías.
Daniel entre los leones. Pozancos.Palencia

 Por otro lado, los dos villanos que luchan en el tímpano , aunque parecen portar espadas, puede ser una alusión a un juicio de Dios, puede que por la acusación de rapto o violación del señorito del azor. Este tema de las luchas de villanos en los juicios de Dios en los que se debate el honor de una dama u otro delito de difícil prueba lo hemos venido desarrollando en las entradas anteriores. En una próxima entrada vamos a retomar este interesante tema, que vemos representado más veces de las que creemos en ámbitos tan variados como Castilla o Aragón e incluso en Francia, en donde los combates a escudo y bastón tienen una atribución judicial innegable. Es fácil caer en la tentación de las batallas habituales contra el infiel -aquí mismo tienen distintos escudos- pero las escenas que acompañan suelen marcar el sentido real.

Lo que no parece haber duda es que aquí se trata de una bofetada ajena a la colaphisation.

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