LOS GUERREROS A CABALLO EN SANTIAGO DE AGÚERO (parte 1ª)
Habíamos dejado pendientes de comentar los capiteles del
interior de Santiago, nada más traspasar la puerta. A nuestra derecha, aparece
un capitel doble con arpías que no vamos a comentar. Al otro lado, el
occidental, tras la puerta, otro capitel doble,
que muestra dos variedades de lucha de caballeros en las que podemos
encontrar alguna incongruencia entre los comentarios publicados y entre la
realidad y lo representado.
Como siempre, nos apoyaremos en nuestras propias fotos, que a
veces nos engañan, pero tan sólo pretendemos ayudar a entender su intención.
Aunque a día de hoy seguimos sin disponer del tomo de la AdR referido a
esta iglesia, sí podemos consultar lo publicado por Daniel Zabala en la revista
Románico nº 21 y la tesis doctoral de Inés Monteira : “La Escultura románica
hispana y su lucha contra el Islam”, con prolija documentación y con abundantes
ejemplos iconográficos, que en muchos casos, no dejan de sorprendernos por sus
conclusiones, como identificar a muchos animales tumbados como musulmanes “El musulmán, descrito
con rasgos de bestialidad y monstruosidad en las fuentes escritas, aparece animalizado
también en los relieves de las iglesias” (pag.16).
La constante referencia a los cantares de gesta, en muchos
casos posteriores a la iconografía románica, conducen a considerar de una
manera general que todo lo negativo, obsceno, inadecuado, etc. esculpido en una
iglesia alude reiterativamente al “enemigo desnudo”, en la misma línea que
desde hace tiempo defiende Claudio Lange, con poco reconocimiento, como él
mismo lamenta en un artículo.
Pero nos centraremos en este capitel doble del interior de
Santiago, al que algunos estudiosos ligan con la escena exterior de los peones
que luchan a escudo y bastón, según la propuesta que hemos hecho, y que, por lo
tanto, poco tienen que ver con la escena interior, con caballeros armados. Sin
embargo, lo publicado habla en términos guerreros en la lucha de estos dos
villanos y por tanto lo entienden como una variante de la lucha interior,
interpretando los bastones como espadas, pese a la evidente diferencia.
Daniel Zabala, quien ha hecho interesantes observaciones de
algo tan etéreo como los rayos del sol, ha publicado el efecto de éstos sobre
la cabeza regia única del ábside, lo que encontramos tiene mucho sentido.
Pensamos con él que ese templo pudiera estar destinado a panteón de un monarca,
y, en consecuencia, nada perturba esa idea la inclusión de un combate que
aludiera a las hazañas del personaje, combatiendo al Islam, tal como señala el
autor, por haber militado en el Temple en su juventud, si se trata del príncipe
Ramón Berenguer IV, aunque no alcanzara la corona. El hecho, también descubierto
por Zabala, de que este capitel, recibe igualmente un rayo de luz, pese a su
posición apartada, ayuda a esta intencionalidad de relacionar las hazañas con
el coronado.
Sin embargo, no vemos la relación ni con el capitel exterior
del que hemos propuesto como combate judicial con jueces al costado, ni tan
siquiera el hecho de que las dos escenas esculpidas en el capitel tengan
relación entre sí, que Daniel encuentra son consecutivas: batalla y huída, con
los mismos personajes, siguiendo lo descrito por Iñiguez Almech.
Tampoco encontramos razonable la “descarada” identificación
de los combatientes a pie del exterior por la abundancia de lunas en uno y de
estrellas (que no cruces) en el otro, aunque del tema de las medias lunas
crecientes nos ocuparemos al analizar la tesis de Monteira. Pensamos que si en
el exterior –más expuesto a vandalismo- se identifica al musulmán con una
cantidad insólita de medias lunas de una manera un tanto arbitraria y excesiva,
¿qué impedía reforzarlo en el interior, más protegido y donde se pueden cargar
más las tintas, ya que la conclusión es que el interior recibe la bendición
divina y se potencia la derrota del musulmán (el mal)? Sin embargo, como ahora
veremos, el escudo musulmán (que solo hay uno) tiene el florón que hemos visto
en Tudela y en Castilla, el mismo del pendón de las Navas de Tolosa. Más curioso aún resulta comprobar cómo en la
tesis de Monteira se atribuye el uso de estrellas en el escudo ¡a los
musulmanes¡. Y es cierto en el capitel de Estella (estrella en uno y florón en
otro) y por tanto invalida la identificación del cristiano en Santiago por el
escudo con estrellas. Ya decimos que los
“falsos amigos” persiguen a todos los que nos gusta el románico.
Como decimos, en el Pendón de las Navas de Tolosa no hay medias lunas y es muy similar a los vistos en Tudela, Rebolledo y éste mismo capitel.
Pendón de las Navas de Tolosa (Burgospedia) |
Sigamos con el artículo de Daniel Zabala. Dice en la pag.11
de la Revista: “En la primera cesta (hay
que leer el capitel de izquierda a derecha) el guerrero musulmán, identificado
por el escudo redondo, carga con la espada desenvainada contra su oponente
cristiano. La escena inmediata describe el resultado de la confrontación
anterior…” Resalta las características para identificar al sarraceno y al
cristiano y persiste, como han hecho todos los que estudian la portada, en que
los combatientes a pie del exterior llevan espadas, cuando incluso en este
capitel el tallista ha puesto una clara espada en manos de un guerrero y de
nuevo insistimos en que se diferencia con claridad en esta y otras portadas del
maestro entre espadas, bastones y mazas.
El guerrero a la izquierda lleva claramente una espada y el escudo no es de rodela, por lo que, como los otros guerreros cristianos le llega a la barbilla, a diferencia del musulmán. |
Pues bien, aportamos ahora nuestras fotos en las que podemos
ver, en primer lugar, que no es sarraceno el primer guerrero de la izquierda
que lleva una espada, ya que, aunque su escudo está parcialmente oculto por el
cuerpo del caballo, es evidente que tiene la forma de cometa, igual que su
rival. Por tanto, no se diferencian en nada. Sí que tienen los cuatro jinetes
una cosa insólita si se tratara de una batalla real: nadie lleva cota de malla
ni lóriga. Tiene todo el aspecto de tratarse de una escena simbólica, de
torneo, de justa, quizás en homenaje al difunto príncipe, como se hacía en
estas exequias. La escena del musulmán huyendo mientras lanza la piedra con la
mano puede tener ese mismo sentido de apología de las hazañas del príncipe
cristiano que allí iba a reposar.
Pero es que además, para desmentir lo aportado por Zabala, el escudo del cristiano no es el mismo en las dos escenas. Tenemos las fotos. El que lucha a la izquierda contra el de la espada tiene bandas cruzadas. El que al otro lado ataca –también lanza en ristre- al musulmán –éste sí lo es- tiene el escudo distinto, a rombos, unos tallados y otros no.
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