LOS GUERREROS A CABALLO EN SANTIAGO DE AGÜERO (...y final...)
Habíamos visto que muy probablemente, el doble capitel del interior
de Santiago de Agüero no refleja dos secuencias de un mismo combate, sino dos
bien distintos: el caballero que pone en fuga hiriendo al musulmán que enarbola
una piedra, y a su lado el combate frontal de dos caballeros, escena de más
nobleza.
Tienen en común algo significativo: nadie lleva protegido la
cabeza, ninguno lleva cota de malla y esos detalles nos hacen pensar que, como
ya hemos propuesto, se trate de dos capiteles que ensalzan la figura legendaria
de las hazañas del rey o príncipe que se iba a enterrar allí, un poco a la
manera que el sarcófago de doña Sancha muestra en su cara posterior (habría que
ver si alguna vez fué ésta la anterior) un combate de dos caballeros al lado de
un Sansón, en el que muchos estudiosos identifican la lucha contra los
infieles, lo mismo que en Santiago. Ya hemos visto el trabajo de Besson
equiparando el de doña Sancha con la Belle Pierre de Cluny. Tampoco en Jaca aparecen
vestidos para el combate.
El problema de estos estudios es que comienzan con una propuesta
interesante, que luego se va dispersando a medida que van viendo otros ejemplos
y quizás sería preciso una más concreta clasificación: guerreros con o sin
protecciones, si tienen contacto, si tienen identificación (caso del capitel de
Roldán y Ferragut), comprobar el entorno (en Rebolledo el Sansón y los
combatientes están próximos en la galería) y ver la etapa histórica en que se
desenvuelven. También es preciso ver si –como pasa en Santiago- en el exterior
también hay combate o lid de caballeros por un lado, y peones por otro, que dan
una pista sobre la posibilidad de ser iglesias juraderas, etc.
Cuando se trata de dos caballeros sin atalaje e identificables
ambos como cristianos, es posible que nos encontremos con una escena de riepto.
Una vez más hemos tenido que entrar en biblioteca de Derecho para encontrar
literatura –y mucha- que describen unas rígidas normas sobre lides y rieptos
que nos inclinan a sospechar que la Iglesia tenía mucho que decir en esas leyes
y era la guardiana y la que castigaba su incumplimiento.
Una de las especialistas más consultadas es Margarita Ruiz
Maldonado, de quien tomamos su estudio sobre la lucha ecuestre en el arte
románico de Aragón, Castilla, León y Navarra.
En su aproximación al tema, recurre al poema del Cid y el cantar
del cerco de Zamora, donde se describe el riepto o reto en su forma esencial, y
en tan temprana fecha de mediados del siglo XI. “El combate judicial fue en el
riepto una de las formas a las que podía recurrirse para probar la verdad o
falsedad por lo que no siempre el reto se terminaba con el duelo ecuestre, pero
la lid era una de las pruebas más
características. Creo interesante destacar esta forma de lid dentro de este
proceso judicial, por su posible influencia en las representaciones de luchas
de caballeros.” La autora recomienda una lectura que hemos hecho: el gran
trabajo de Otero Varela de 1955 sobre el riepto en el derecho
castellano-leonés, que luego veremos.
El problema es saber diferencias unos de otros. Lo que pensamos es
que ver esa lid esculpida en un interior no es algo gratuito y bajo esos
capiteles tenía que hacerse alguna ceremonia bien de juramento o bien de
amistad.
Hay una mención que me parece nos puede ayudar a relacionar lo que
buscaba Besson entre la lucha de caballeros y el Sansón: cuenta Ruiz Maldonado
que en el Poema de Fernán González, que se cree escrito a mediados del XIII
narrando sucesos anteriores, se identifica al conde como Sansón y a Almanzor
como el bravo león:
Entre el otra tercera de partes d’aquilon/ Venceremos, no lo
dudes, a este bravo león/ farás, si esto fazes, a guisa de Sansón/ cuando con
las manos lidió con el bestyon.
Sin embargo, el trabajo de Margarita Ruiz se decanta por la lucha
contra el infiel y no profundiza en los rieptos, aunque cuenta que “entre las
escenas bélicas del poema saltan a la vista algunos duelos que están más
cercanos a los representados en nuestros
capiteles, como los de don Gustio Gonzalez con un rey de Africa en la batalla
de Hacinas o el de Fernán González con el rey García de Navarra” y con
descripciones tan concretas que nos recuerdan el capitel de Biota: “Feyró al
rey García el señor de Castyella/atal fue la feyrida que cayó de la
syella/meyol (metió) toda la lanza por media la tetyella/que fuera del espalda
paresció la cochyella.”
Capitel con ataque de un caballero a otro en San Miguel de Biota |
Destaca la estudiosa que es a partir de la segunda mitad del siglo
XII cuando más se representa esa lucha ecuestre, mencionando figuras anteriores
como un relieve en el palacio de Ramiro I en el Naranco, la pila de Játiva -
probablemente andalusí- y el propio sarcófago de doña Sancha, que ha sido
estudiado profusamente por David Simon dedicándole su tesis doctoral, que no
nos saca de dudas sobre el origen de la cara “segunda” de la tumba, aunque
establece claramente que ninguno de los jinetes es musulmán, como aducen varios
estudiosos, entre ellos Ruiz Maldonado.
También conocemos un trabajo
de M.Lluisa Quetgles con una nueva propuesta sobre el sarcófago, del que ella
considera talladas ambas caras simultáneamente por dos maestros distintos,
encontrando los combates y el Sansón como alusión a las divergencias políticas
de los reinos de Aragón y León. También identifica el alma de doña Sancha como “el
cuerpo de una niña, símbolo de inocencia”, y no como un pequeño cuerpo
asexuado, que es como se suele ver, por lo que volvemos al trabajo de
Margarita.
El alma de doña Sancha en forma humana asexuada en su sarcófago de Jaca |
No compartimos la a veces manida interpretación de esos combates
como la lucha del bien contra el mal, una psicomaquia. Hemos tenido
experiencias de algún estudioso que ante esas luchas así lo interpretan, pero
pensamos que, en general, es el recurso a un lugar común. Ese tipo de alegorías
se dan más a partir del siglo XIII y pensamos que en el románico es poco
frecuente. Tenían una finalidad más concreta como era imponer la concordia a
los nobles. Solo cuando el “perdedor” tiene algún distintivo que lo identifique
como enemigo de la Fe –como en Santiago, con la piedra y gritando- se puede
pensar en que el musulmán es el mal.
Por lo tanto, vamos a repasar algunas notas de distintos trabajos
que pueden servirnos de apoyo a la propuesta de que estamos ante escenas de
retos, que era la forma de afianzar las alianzas entre caballeros o al
contrario, especialmente a partir de finales del XII y principios del XIII
cuando la frontera se había ido hacia el sur.
De los seis textos que disponemos hemos de resumirlos y no repetir
su información. Nos gusta primero el de Irene Zaderenko de la Boston University
en la revista de Filología Española de 1998, que menciona la fuente de Otero
Varela, como la más completa investigación sobre los rieptos. Las bases
literarias son la Historia Roderici y el Poema del Mio Cid. La base jurídica
vendrá de las Partidas de Alfonso X pero que se han alimentado del Fuero Real y
el Ordenamiento de Alcalá, en las cuales el riepto es rigurosamente definido: “riepto
es el acusamiento que faze un Fidalgo a otro por Corte, profasándolo de la
trayción, o del aleve que le fizo; e toma este nome de Repeterse, que es una
palabra de latín, que quiere decir tanto como recontar otra vez la cosa, diciendo
la manera de como lo fizo. E este riepto tiene pro a aquel que lo faze, porque
es carrera para alcanzar derecho por él, del tuerto o de la deshonrra quel
fizieron: e aun tiene pro a los otros que lo ven, o que lo oyen, que toman
apercibimiento para guardarse de fazer tal yerro, porque non sean afrontados en
tal manera como ésta.”
Los estudios jurídicos hacen distinción entre aleve y riepto, éste
último reservado a los caballeros. Lacarra y otros remontan el origen
institucional del riepto a las Cortes de Nájera de 1138, en la que “se
establece la paz o concordia entre los nobles y la necesidad de declarar la
enemistad y el desafío antes de iniciar las hostilidades entre las partes”.
Posteriormente, en 1184 se promulga el Ordenamiento por Alfonso VIII que regula
esas relaciones. Estos preceptos encajan en “el convulsivo mundo nobiliario de
las últimas décadas del siglo XII, caracterizadas por las luchas entre los
Laras y los Castros…” y más adelante: “Es muy probable que la ley del Fuero
Real…donde se trata de cómo los fijosdalgo pusieron antiguamente amistad entre
ellos y decidieron resolver sus disputas e injurias mediante desafíos
reglamentados, aluda también a los acuerdos adoptados en Nájera…: que ningún
fijodalgo non matase, nin firiese uno a otro, nin corriese, nin desonrase, nin
forçase uno a otro, a menos de se desafiar , e tornarse la amistat que fue
puesta entrellos, e que fuesen seguros los unos de los otros desde que se
desafiase fasta nueve días; e el que ante de este término firiere o matase el
un fijodalgo a otro, que fuese por ello alevoso, e que le pudiesen decir mal
antel Emperador o antel Rey; et Nos establecemos e mandamos que se guarde así”.
Podemos resumir diciendo que el riepto (el reto) “se aplica
exclusivamente a crímenes cometidos contra el monarca. De esto se deduce que el
riepto es un procedimiento especial que se hace ante la curia regia para casos
de traición …el riepto solo puede hacerse ante el rey en su corte, nunca ante
rico ome ni merino, ni otro oficial del reino, porque ningún otro sino el rey,
tiene poder de declarar al Fidalgo traidor o alevoso, o de librarlo del riepto
en caso de que no le fuera probada la acusación”. Se discute si la afrenta de
los infantes de Carrión al Cid en sus hijas fuera aleve o traición, ya que el
rey había apadrinado el matrimonio.
Y dice Irene Zaderenko un poco después: “El aleve es la
consecuencia de actos ofensivos realizados sin desafío previo contra la persona
o la familia, pero no contra los bienes, del que pretende reptar…Puede ser
reptado el fijodalgo que matare, hiriere, prendiere, deshonrare o firiere a
otro fijodalgo no habiéndolo desafiado previamente. La necesidad del desafio
deriva de la ruptura de la amistad que vinculaba por ley a los miembros de la
nobleza. ..El ordenamiento de Alcalá no reconoce la posibilidad de riepto entre
los villanos, porque Otero Varela explica el riepto entre villanos como una
innovación de Alfonso X que no tuvo aplicación práctica.
El desafío es crucial si tenemos en cuenta que el aleve es
consecuencia de una ofensa cometida sin desafío previo. Había un plazo de nueve
días posteriores para que el agresor rectificara y se avinieran…”De los desafío
entre los hijosdalgo nace, pues, la tregua entre ellos. Según las Partidas y el
Ordenamiento de Alcalá, las treguas se debían declarar públicamente para que
fueran conocidas de manera cierta por aquellos que estaban obligados a
guardarlas, y por medio de carta para poder probar su existencia en caso
necesario”.
En nuestra modesta opinión esos capiteles que muestran caballeros
lidiando sin atalaje de combate es muy posible que señale el lugar para
celebrar esas ceremonias, tanto de ruptura de la paz, como de reconciliación
que, como vemos, debían ser públicas y posiblemente ante los fieles de la
iglesia, con la intervención de los sacerdotes. Servían de testigos y
recordatorio de los compromisos jurados.
En los rieptos, ,la intervención del rey era fundamental, ya que era
imprescindible su autorización. “Una vez obtenido el permiso real, el que
reptaba tenia que hacerlo públicamente en la corte, estando allí al menos doce
caballeros…En la fórmula se utiliza mucho “poner la mano” para afianzar lo
afirmado, en una reminiscencia de los juramentos u ordalías ya prescritas por
la autoridad eclesiástica.
“El testimonio de numerosas fazañas confirman que éste era el
procedimiento del riepto y ratifican que en la práctica los medios de prueba
eran la lid y la pesquisa, a elección del reptado. Es claro en todas las
fuentes que el riepto no tenía que terminar necesariamente en lid”, aunque…”con
frecuencia se empleaba la lid porque los fijosdalgo españoles preferían defender
su derecho y lealtad por medio de las armas, y no exponerse al peligro de la
pesquisa y los falsos testimonios. La lid solamente podía hacerse por mandato
del rey, en el dia y hora por él señalados y con las armas que él ordenaba”…marcando
el campo, sus límites, los plazos, descansos, alimentos e incluso el equilibrio
de fuerzas de los contendientes, con un suplente si fuera preciso.
Y más adelante: “Existe una diferencia significativa entre la lid
de los caballeros y la de bastón y escudo de los concejos. Esta diferencia
consiste en el carácter de ordalía que revisitió la lid de los concejos y que
nunca tuvo la lid, que se hacía por motivo del riepto en la corte. Las fuentes
de derecho territorial castellanas expresamente dejaban sentado que muchas
veces los inocentes y sin culpa perecían injustamente en tales lides. En las
lides entre nobles no bastaba, además, que el reptado fuera vencido para ser
dado por alevoso, sino que también era necesario que se desdijese en el campo,
lo que pone de manifiesto que la lid de los caballeros no era un juicio de
Dios.
El origen más remoto del riepto es el duelo, una forma de venganza
privada que era expresión de una concepción primitiva de la justicia, según la
cual la fuerza física era el único elemento que debía intervenir en la decisión
de los litigios. Más tarde, con el desarrollo de la vida municipal, este duelo
asumió en la conciencia popular el carácter de ordalía o juicio de Dios. El
duelo de los nobles fue también en un comienzo una forma de venganza, pero fue
evolucionando paulatinamente debido a las limitaciones impuestas al ejercicio de
la venganza privada por el poder real a partir del siglo XI. Las diferencias
entre el duelo de los nobles y el de los plebeyos se deben a su desarrollo en
estamentos sociales diferente. Junto al rey, en la corte, dominaba el clero
que, puesto que su nivel cultural era más elevado, tenía repugnancia por las
formas bárbaras de los juicios de Dios. Esto impidió que la lid adquiriera
carácter de ordalía. En cambio, en las villas predominaba un sentimiento
religioso más difuso que, en un medio en que faltaban estructuras jurídicas,
hizo posible que se atribuyera a la lid un carácter de prueba trascendente o
juicio de Dios. (Estas propuestas han sido presentadas a lo largo de las
entradas anteriores en este blog)
Las limitaciones impuestas al duelo de los nobles lo fueron
convirtiendo en una institución jurídica cada vez más perfilada, hasta
transformarse radicalmente en el procedimiento jurídico-penal de riepto, tal
como se conoce en el Fuero Real, las Partidas y el Ordenamiento de Alcalá.”
Estudiando el episodio del enfrentamiento entre el Cid y Berenguer
Ramón II, conde de Barcelona, en la Historia Roderici comprobamos que era
apodado “el fratricida” acusado de proyectar el asesinato de su hermano; para
dilucidar la acusación se celebró una justa en la corte de Alfonso VI de León a
finales de 1096 y perdió, por lo que fue considerado culpable según la
costumbre de la época. Partió a las cruzadas a combatir al infiel y allí murió.
Esos capiteles de Santiago con una justa entre caballeros y otro
corriendo al moro, ¿podrían hacer alusión al notable hecho en una iglesia
levantada por su pariente Ramón Berenguer IV ?
Un breve pero valioso artículo contempla ese riepto excepcional
entre el Cid y Berenguer Ramón II en el que se cruzan correspondencia retadora
en
en el que se menciona expresamente el trabajo de Irene Zaderenko que venimos
utilizando.
Dejaremos
para una próxima entrega el análisis de los otros trabajos sobre los rieptos.
En apoyo de la propuesta sobre el sarcófago de doña Sancha en el que se hubiera esculpido la cara sin labrar que iba a ir contra la pared en una sepultura de un guerrero o noble para poner el episodio de la vida y muerte santa de la condesa, podemos consultar un interesante trabajo titulado: "Las exequias de Reinas e Infantas en los reinos cristianos de la Península Ibérica (siglo XI-XIII), de Sonsoles García González, de la Uni de Oviedo, en el curso "Riginae Iberiae. El poder regio femenino en los reinos medievales peninsulares" de 2015.
ResponderEliminarLa investigadora, además del de doña Sancha, estudia otros varios sarcófagos regios femeninos: el de Blanca de Navarra, varios en Las Huelgas, otros en Villalcázar de Sirga y en sus conclusiones destaca la poca documentación al respecto, y que las escenas representadas muestran la muerte, el oficio de difuntos, el entierro, elevatio animae, cortejo fúnebre... Pero lo que parece que está claro es que en ningún caso aparece representada la menor alusión a combate de caballeros ni siquiera lucha contra el infiel (Sansón o David). Creo que este dato nos debe llevar a considerar que en Jaca quizás no se talló la cara de los guerreros al tiempo y para la misma usuaria de la "cara principal", sino que hubo una reutilización, quizás sin haberse estrenado.