ESCENAS SEXUALES EN CAPITELES SEPULVEDANOS (2ª)

Vamos a seguir con el resto de iglesias románicas que conformaban la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y que contienen capiteles de temática obscena.


El Olmillo

Otra de las iglesias románicas que estudia Rodríguez Montañés en la Enciclopedia del Románico dedicada a Segovia y en el enclave de “ochavos” sepulvedanos es El Olmillo, concretamente su ermita de San Lorenzo a un km. del pueblo y con grave riesgo de desaparición, ahora convertidas sus ruinas en cementerio. Tan sólo la cubierta del presbiterio y el ábside se mantienen en pie. De los cuatro capiteles en que se apoyan los arcos, uno atrae nuestro interés, aunque el pendant ha sido motivo de estudio porque muestra la escena de Daniel dominando a los leones en el episodio del foso, por lo que se incluye en la tesis doctoral de J.A. Olañeta, de quien tomaremos las fotos para buscar similitud de motivos en el inmediato pueblo de El Olmo, con otra notable iglesia románica.
Capitel románico del interior de El Olmillo (Segovia) en foto de Quique Segura

El del lado del evangelio lo describe la Enciclopedia así: “Flanqueados por dos cabecitas y hojitas en las caras cortas vemos en el frente a un personaje que, mostrando su enorme falo, se dirige hacia la figura femenina que centra la composición, la cual alza su túnica mostrando el sexo; en el ángulo de la cesta que mira al altar completa la escena un rabelista. El tema lo encontramos con similar tratamiento en un capitel de Navares de Ayuso, hoy bajo la mesa de altar, en el arco triunfal de Aldehuela de Sepúlveda o en el de Nuestra Señora de Tejadilla, templos todos de un ámbito geográfico próximo. Sorprende la ubicación de tan explícito contenido en un interior, máxime en la cabecera, aunque de su similar composición y diversas manos parece deducirse que el asunto tenía una lectura bien concreta, gozando además de cierta difusión. Como señalamos al describir la iglesia de Aldehuela, la ausencia de elementos relacionados con una condena de la lujuria nos hace pensar en su vinculación con las mal conocidas intersecciones entre el espíritu jocoso y mundano y la religiosidad popular, ejemplificados en los ritos del risus paschalis”.

A nuestro entender, las escenas vistas en Aldehuela y la que luego veremos de Tejadilla tienen su relato propio y no pretenden, como creemos en El Olmillo, Navares y Rebollo, ya no provocar el risus paschalis, sino simplemente actuar de la misma manera que los canecillos: la sorpresa, el choque y como consecuencia, servir como apotropaicos. La capacidad protectora de esas imágenes actúa siempre –incluso hoy- porque no se relaciona con ritos (risus) ni con penitencias ni con fiestas, sino con utilidad y permanencia a lo largo del año. Es simplemente un sistema de imágenes eficaces para ahuyentar los diablos, que en este caso, dado el aislamiento de la ermita, resultaban muy indicados. Para ello sirve cualquier imagen sorprendente: sexo, máscaras, cabezas de animales, especialmente las que contengan cuernos, puesto que el marfil es la esencia de lo que llevan los diablos: cuernos, y la base de la eficacia es espantar a los diablos con su propia imagen, de ahí que proliferen cabezas diabólicas, gesticulantes, músicos –a los diablos les encanta el silencio de los cementerios y todo signo de vida les aturde- e incluso, como vemos a veces, un personaje portando una cruz.
Canecillo de la iglesia de El Salvador (Sepúlveda)

Los usuarios de esos templos identificaban las imágenes puestas con esa finalidad apotropaica y se sentían protegidos. Es como si vieran un letrero amarillo y negro de una empresa de vigilancia que advirtiera a los ladrones que aquello estaba con cámaras de vigilancia: los ladrones podrían hacer caso o no, pero los fieles sabían que se había puesto protección y eso les tranquilizaba. Su razonamiento se aproximaba a la utilidad de los amuletos (también “perseguidos” oficialmente por la Iglesia, pero que eran, igual que los talismanes, utilizados por las personas y animales. Hay sesudos trabajos sobre amuletos para caballos y tesis doctorales sobre los amuletos y su capacidad protectora).
Vista frontal del capitel de El Olmillo tomada por Quique Segura. La compañía de músicos  en las escenas de exhibición sexual es frecuente en los canecillos.

Las fotos que manejamos facilitadas amablemente por Quique Segura, que conoce tanto el territorio hasta el punto de haber hecho un inventario muy bien documentado, nos muestra a los tres personajes protagonistas, de los que nos atreveríamos a proponer que el hombre no se dirige a la mujer, sino que ha sido esculpido de costado para lograr dotarlo extraordinariamente, ya que de lo contrario debería sobresalir tanto que ya no habría hecho falta el censor, pues se habría roto en poco tiempo. Por tanto, a nuestro modesto entender, simplemente reflejan los temas clásicos en los aleros de las iglesias románicas: exhibicionistas y músicos. Estos últimos, con mucha frecuencia, participan de ambas propiedades: llevan instrumento y son itifálicos, como vemos en el arpista de Santillana, a pesar de pulsar tan noble instrumento.
Quiero decir que no interactúan, sino simplemente se exhiben. La única diferencia con el resto, es que no están en los aleros –quizás esta ermita careció desde su origen de canecillos- y la protección apotropaica que brindan los figuras sexuales habituales de los aleros se puso en el interior. Eso es lo que va a pasar en otras iglesias que iremos viendo, pero ahora vamos a buscar la comparación con la cercana iglesia de El Olmo, de la que nos facilita fotos Olañeta.
Portada de El Olmo, pueblo vecino a El Olmillo en foto de Olañeta

El Olmo no tiene capiteles con sexo, seguramente porque los canecillos ya hacen esa labor. Además de tener una portada que recuerda a la de El Olmillo, dispone de un sistema de “defensa” contra los diablos que resulta de manual. No falta el espinario, los diablos, animales con cuernos y hasta sirenas (un modelo con una sola cola que se repite en la zona). Son los mismos temas que se repiten compartiendo el mismo libro de modelos, en las iglesias de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda. Por eso veremos en el alero de El Olmo esos mismos personajes exhibicionistas que tuvieron que ir en capiteles en El Olmillo.


Exhibicionistas varón y hembra junto a una cabeza bovina (con cuernos)en El Olmo, foto de Olañeta

                        




Canecillos de El Olmo.(Segovia) Arriba monstruo que parece asustado de su propio miedo y espinario, no sabemos si púdico o no. Abajo dos diablos, uno con un aparente hiperpriapismo. (Fotos de J.A.Olañeta)


Navares de Ayuso
En el ochavo de Pedriza también en el ámbito sepulvedano existen tres pueblos “Navares” pero el que nos interesa es el de Ayuso. Había un cuarto, hoy despoblado.
Su iglesia de la Asunción con una esbelta torre supone un cierto galimatías, que Rodríguez Montañés, quien deduce caídas y reconstrucciones, resuelve con eficacia para conducirnos finalmente bajo la mesa del altar donde se ubican capiteles con cimacios y fustes que provienen de los hechos citados. Y dice: “El capitel figurado, de bárbaro estilo, muestra en una de sus caras a una pareja abrazada, ambos desnudos y en el caso del hombre, mostrando un prominente sexo, tema similar al que vemos en los capiteles interiores de Aldehuela de Sepúlveda, El Olmillo, Rebollo y Nª.Sª.de Tejadilla. Precede a esta explícita representación sexual una pareja de figuras, frontales y vestidas, llevándose sus manos al vientre, mientras al otro lado aparece un tosco león de rugientes fauces y en la cara restante, una desproporcionada figura alza en su brazo izquierdo un objeto irreconocible y sostiene una bola con la diestra”.
Capitel bajo la mesa del altar de Navares de Ayuso en foto de Quique Segura

La única foto de que disponemos es la que nos cede amablemente de nuevo Quique Segura. No vemos las laterales, pero volvemos a resaltar que esta iglesia carece actualmente de canecillos; no sabemos si los tuvo en su momento. La única excepción, que no es pequeña, es que aquí sí que interactúa la pareja, ya que ella le pasa la mano por el hombro amistosamente al varón, a quien pensamos, como en El Olmillo, se le esculpe ese monstruoso atributo de perfil por la dificultad de poner algo tan priápico de frente. Parece que el hombre saluda levantando el brazo, aunque seguimos creyendo que no se trata de provocar la risa (hay que olvidar dónde está hoy el capitel bajo el altar) sino de su empleo como elemento apotropaico, ya que con la exhibición sexual, reforzada por el gesto amistoso, se combate la acción de aojadores y diablos en general.
Canecillo de Santa Marta del Cerro con mujer embarazada mostrando el sexo

En Santa Marta del Cerro vemos un canecillo en el que una mujer ostensiblemente embarazada muestra su sexo, lo que sigue aún hoy provocando sorpresa (no creo que risa, ni siquiera pascual) y extrañeza; las miradas perniciosas, ya sean de aojadores o de diablos, se van a concentrar en esa llamativa figura y dejarán a salvo el edificio y los difuntos que están enterrados en su alrededor, hecho que se nos olvida con frecuencia: las iglesias estaban rodeadas de sepulturas (y muchas así siguen) y los difuntos requieren una protección constante contra el mal.
Si miramos los canes de las iglesias de Sepúlveda encontraremos cosas tan sorprendentes como una posible sirena con aspecto de relieve romano reaprovechado muy cerca del portador de una cruz que vimos antes. ¿qué cosa mejor para proteger la iglesia que una cruz? y sin embargo esas figuras son excepciones. 
Relieve en El Salvador de Sepúlveda de una posible sirena en inverosímil postura


Podemos llenarnos de ejemplos, caso de Sequera del Fresno, que intentaremos luego “argumentar” por no apelar al archiconocido canecillo de Fuentidueña, que pasamos de mostrar, nada más alejado de catequesis (no parecen sufrir nada),  costumbrismo (eso no se veía por los caminos) o de cachondeo, que estamos en una iglesia.
Porque también Sequera, aunque no participa de este recorrido porque no tiene capitel perverso, rebosa de sexo en sus canes y formó parte del territorio afectado por el Fuero de Sepúlveda, dada su proximidad a los pueblos que estudiamos. Y por lo que nos ha llegado de su magnífica iglesia, allí sí había medios y posibles. 

En Sequera del Fresno aparece otro estrepitoso exhibicionista (el perfil permite conservarlo mejor) en este caso un rústico que destaca porque señala hacia lo alto. Pensamos que pudiera estar haciendo el gesto de dedo impúdico, la peineta que llamamos hoy, aunque no es posible distinguir claramente el dedo, si es el índice (¿a dónde apuntaría, a la luna?) o si es el medio, que tendría más sentido porque es otro signo claramente apotropaico.

A su lado, la dama levanta las faldas y muestra su sexo en la imagen típica que luego pasaría a los libros de Horas como los del Duque de Berry para ilustrar a los campesinos relacionados con los mensarios.




Pero el repertorio obsceno se extiende por el alero de Sequera, mostrando una pareja similar a la de Fuentidueña, de menor valor artístico pero de igual fuerza apotropaica, ya que es inevitable dirigir la mirada del transeúnte a estas escenas, porque como dice Camille, nada hay que atraiga más la mirada que el sexo y el circo.
Canecillo del alero de Sequera del Fresno donde una vez más el sexo se acompaña del músico

Y como se trata de sorprender, asustar, impresionar, chocar, que es cuando resulta eficaz lo esculpido, encontramos un extraño canecillo, poco frecuente, bien tallado, de un personaje con cierto aire sexual, bien dotado, pero que hace un gesto de peinarse -quizás- transmitiendo un comportamiento femenino...otro elemento que a fin de cuentas atrae la mirada inevitablemente
Canecillo de Sequera del Fresno con un varón con gestos femeninos (al parecer del ponente). En cierta medida parece evocar al sátiro de Jaca


Rebollo
El objetivo de nuestra visita será la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, en las afueras del pueblo, convertida, como vimos en El Olmillo, en actual cementerio, ya que la ruina amenaza lo que resta en pie. En otro país sería una ilustre ruina a la que cuidaría con mimo alguna asociación.
En este caso, los arcos del ábside se sostienen en capiteles, en los que uno muestra aves picoteando frutos, pero su pendant es el que buscamos. Además de las fotos que vuelve a aportar Quique Segura hemos de tomar una de la propia Enciclopedia para darnos una imagen más completa, dadas las muchas dificultades para acceder al recinto. Dice el profesor Rodríguez Montañés al respecto: “En Rebollo volvemos a encontrar a un  personaje con un enorme falo, aquí haciendo sonar un olifante, dirigiéndose a una figura femenina con un brazo en jarras y llevándose la otra mano al mentón en actitud pensativa”.

Capitel interior de Rebollo (Segovia) con un varón itifálico sonando el olifante frente a una dama.Foto Quique Segura

Nos encontramos ahora con un capitel que varía sobre lo visto en las otras iglesias, ya que la actitud de la mujer aquí parece afrontar al hombre. Los gestos de sus brazos sugieren por un lado el brazo en jarras que suele señalar la posición de baile (típica de escenas de juglaría, como en San Pedro de Villanueva en Asturias). El otro brazo en esa postura y en esa circunstancia, más que pensar, lo que  creemos que hace la mujer es temer porque tocarse la cara con la mano es también signo de preocupación y temor, y las circunstancias parecen así sugerirlo. Lo que ve al otro lado de la esquina es para temer.
Capitel de Rebollo (Segovia) con escena de ¿agresión? sexual. Foto de la Fundación S.M.la Real


Por parte del varón es muy significativo el hecho de tocar el olifante, ya que es un gesto inherente a bastantes itifálicos. El más “vigoroso” (y convenientemente capado por esa falta de astucia al tallarlo con el sexo exento) es el del interior –aquí también- de Villanueva de la Nía en Cantabria, en donde al otro lado de la cara tallado se esculpe la mujer exhibicionista, dejando entre ambos, obsceno y obscena, un personaje con ropa talar y mostrando las palmas que algunos han visto como personaje sagrado, quizás un sacerdote.
Capitel interior de Villanueva de la Nía (Cantabria) con varón itifálico sonando el olifante y mujer exhibicionista 

 También en una ventana de Elines un hombre toca el olifante sin aparente alusión sexual aunque las hojas tras las que aparece sugieren otra cosa. En Villanueva de la Nía, para reforzar la potente acción apotropaica (no digamos del exterior, que recuerda a Cervatos, en la que se inspira su tallista) figura un homo-cacans en la ventana, el lugar más sensible de la iglesia para que accedan los diablos, por lo que se les presenta otra imagen apotropaica de origen remoto: el caganer. Afortunadamente hemos podido ver que Vázquez Hoys entiende también las figuras de los caganer como elementos apotropaicos.

Capitel interior de la ventana de Villanueva de la Nía con un homo cacans actuando como apotropaico
Volviendo a Rebollo, independientemente de la postura de los personajes, el capitel tiene el mismo sentido apotropaico que venimos observando en sus similares, aunque no rechazaríamos la idea de que fuera leído como advertencia a los feligreses de los peligros de los bailes, por la postura del brazo derecho de la dama, en posición que en otros casos indica danza, especialmente para quienes piensan que hay algún tipo de “catequesis” en esas figuras. En este caso, la advertencia sería más de tipo social que religioso. Como decía un cura a una joven que le preguntó si besar al novio era pecado, la respuesta era que no, pero que vigilara porque tocaban a vísperas.
Tendremos que dejar para una última entrada la iglesia de Ventosilla, que también es diferente a estas otras y a la que dedicó Inés Ruiz Montejo un monográfico.

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