LA LEYENDA DEL CARADRIO EN SAN ANDRES DE MONTEARADOS (BURGOS).1ª parte.
El
14 de Mayo del pasado año hicimos una reseña del enigmático pájaro esculpido en
la portada románica de la iglesia de Alne, en Yorkshire, estudiado por el
profesor George G.Druce en 1912, quien, tras consultar miniaturas y esculturas,
manifestaba su extrañeza de que siendo
el caradrio un ave de tan simbólica alusión al mismo Cristo, no hubiera
proliferado su presencia a partir de los bestiarios medievales y no apareciera
apenas esculpido (o grabado en una vidriera) hasta bien entrado el gótico,
siendo muy abundante su presencia en Libros de Horas, pero siempre a partir del
siglo XIII. En ninguna escultura románica se representa, y el hecho de que,
finalmente, hayamos encontrado esta ave en una completa y adecuada utilidad en
un capitel de un templo tan perdido en las montañas burgalesas como la iglesia
románica de San Andrés de Montearados puede cuestionar nuestra credibilidad,
que ahora sometemos al criterio de los lectores.
Abside de San Andrés de Montearados (Burgos) |
La
iglesia y el pueblo de San Andrés de Montearados se encuentra en la cabecera
del río Rudrón, al norte de la provincia de Burgos, limitando con Cantabria, de
la que le separa una amplia y alta meseta, el páramo de La Lora, donde están a
punto de cerrarse los únicos pozos petrolíferos en tierra firme de España. Tan
abandonado y escondido, que hasta hace muy poco sus calles eran intransitables.
El acceso puede hacerse remontando el curso del Rudrón, precioso rio truchero
entre escarpados farallones muy fotogénicos, a partir de Tubilla del Agua, en
la carretera de Burgos a Santander, hasta el pueblo de Moradillo del Castillo
(nada que ver con el de Sedano, al otro lado del Ebro, del que es afluente el
Rudrón) y desde allí una pista deliciosa para caminar nos lleva a Montearados
junto a bellos paisajes en los que es habitual tropezarse con ciervos o
jabalíes.
El Rudrón junto al molino cerca de Moradillo del Castillo, donde comienza la pista hasta San Andrés de Montearados |
El
acceso más civilizado se hace por el otro lado: en la carretera de Aguilar a
Burgos, en Basconcillos del Tozo (con otra pequeña iglesia románica); se toma la
carretera a Valdeajos y Sargentes de la Lora (allí vive el párroco) y a medio
camino aparecen dos desvíos : uno nos bajará a Hoyos del Tozo –a donde luego
iremos tras ver nuestro objetivo- y el otro a San Andrés de Montearados. Ambos
pueblecitos se unen por una senda peatonal, frecuentada por senderistas y
cicloturistas.
Como
bien dicen César y otros expertos de la Fundación, el abandono y la pobreza de
esta región han preservado el románico basto y rústico, que hoy supone un
tesoro para nosotros. No para sus habitantes, que tuvieron que emigrar.
La iglesia de San
Andrés de Montearados
Está
situada en el punto más alto del pueblo, con escasísimos habitantes, y salvo su
ábside, que lo identifica, nadie vería allí una iglesia románica. Su admirable
párroco, que lucha contra el sino inevitable de la despoblación, combate la ruina
y el abandono como puede, sobre todo con un enorme ánimo.
Sólo
un canecillo figurado adorna su exterior, con una cabeza creemos que humana
–siendo solitaria, no sería extraño que fuera un diablo- y los del ábside están
sin tallar.
Se trata de una sencilla iglesia de la que tan sólo es románico su
ábside, y en la que ha despertado cierto interés su pila bautismal, con
decoración vegetal en el pie en que se apoya, en cuya base se lee una
inscripción que indica la autoría y la fecha: ME FECIT DOMENICUS DE TE…IN ERA MCCLII.(1)
Esta fecha de 1214 puede sernos útil para datar el capitel que estudiaremos,
probablemente de finales del siglo XII. En esta propuesta vamos a ampliar y
aportar algún dato nuevo que nos permita resaltar el valor de lo esculpido.
Pila románica de San Andrés con inscripción en la base |
Los dos únicos capiteles del templo se localizan en el arco que da
acceso al presbiterio. El de la Epístola, de lectura más sencilla, presenta el
combate de un centauro sagitario que se vuelve hacia atrás para lanzar su dardo
a una fiera con cuerpo de león y patas de ave que, a su vez, parece estar luchando con un animal
serpentiforme de gran cabeza de ave. En la otra cara de la cesta, un grifo
parece dar buena cuenta de un segundo ofidio. Muy probablemente son imágenes
tomadas del bestiario.
Capitel del lado de la epístola de San Andrés de Monterados.
Sin embargo, es el capitel opuesto, el del lado del Evangelio, el principal protagonista de las siguientes líneas, y en el que centraremos nuestra atención.
Ocupa su cara central un individuo, posiblemente un hombre, que, tendido en un lecho visto de perfil, apoya un brazo sobre el pecho. A sus pies, un ser desnudo de apariencia monstruosa, con extraña cabeza humana y patas de ave, muy probablemente un diablo, sostiene con la mano izquierda la base de la pata trasera de la cama, mientras que con la derecha parece dar de beber de una gran botella al sujeto yacente. Otros dos personajes desnudos, de menor tamaño, pero de aspecto también diabólico y patas de ave, se sitúan agachados bajo el lecho, al que sujetan con una de sus manos, mientras que con la otra sostienen una máscara humana. Sobre la cabecera cuelga un gran disco con pequeñas marcas y un agujero redondo en el centro. En la esquina oriental del frente del capitel aparece una gran figura femenina desnuda, en cuyas piernas se enroscan sendas serpientes que sujeta con las manos mientras le muerden los pechos. Un tercer reptil se eleva en vertical por su cuerpo para morderle la boca. A su lado, ocupando toda la cara oriental, un pájaro alargado, de gran pico y patas cortas, parece volver la cabeza a la escena anterior.
Desarrollo del capitel del caradrio en el lado del evangelio de San Andrés de Montearados (Burgos) |
Esta se completa en la cara opuesta de la cesta, donde un personaje,
vestido con ropaje clerical, sujeta un grueso libro entre sus manos y luce una
especie de flor o joya sobre el pecho. Tras él, un segundo individuo, ataviado
con larga túnica, porta una cesta y eleva su mano derecha, en la que enarbola
un extraño objeto.
En las descripciones realizadas hasta la fecha de este capitel (2) es
posible encontrar algunas incorrecciones y omisiones. Así, no son tres las
figuras que aparecen bajo la cama, sino dos, que manejan una cabeza humana; y,
sin ninguna duda, es un libro lo que sostiene el personaje de la esquina, ya
que tiene marcadas las hojas. Tampoco se ha reparado en aspectos tan
fundamentales como la posible identificación de la mujer con serpientes o que
el gran diablo a los pies de la cama está arrimando una botella a la boca del
hombre tendido.
Capitel del caradrio en San Andrés de Montearados (Burgos) |
Aun teniendo en cuenta estos componentes extraordinarios que muestra el capitel, es la presencia del pájaro en la cara oriental, lo que supone un probable “unicum” en la iconografía románica.
Tal y como han apuntado ya algunos especialistas, estamos ante una
escena de carácter funerario. Pero no se trata tan sólo de la lucha entre el
Bien y el Mal representada por un sacerdote –el personaje con el libro- y tres
diablos, que pugnan por hacerse con el alma del moribundo, sino que el capitel
contiene un sentido mucho más amplio para servir de ejemplo en un sermón
admonitorio y es la presencia de esta singular ave la que confiere su carácter
extraordinario a la escena. El hombre
tendido en el lecho está siendo “servido” hasta el último momento por un gran
diablo, que le hace beber el contenido de un recipiente, posiblemente una
botella, -algo insólito en la iconografía románica- mientras sujeta con la otra mano una de las patas de la cama. Los diablillos
situados bajo ésta, la sostienen a la vez que se disputan lo que sin duda es el
alma del yacente. La imagen de la lujuria en el ángulo, completa la descripción
de las causas de su condenación: la gula y la lujuria han atrapado al moribundo
de tal modo que ni la acción de los sacerdotes puede evitar su condena. El
pronóstico del caradrio, que vuelve la
cara, descarta su salvación, como luego
veremos.
A la cabecera del moribundo aparece un objeto que puede ser un viril |
Detalle del libro y el pectoral que porta el clérigo que reza a la cabecera del moribundo.Detrás, el acetre |
No muy lejos, en la localidad palentina de Robladillo de Ucieza es
posible contemplar una escena muy similar en su pila bautismal, en la que dos
demonios peludos o con escamas, se disputan un alma, también representado por
una cara humana (3). El alma de los moribundos o de los difuntos está
frecuentemente representada en el románico por una cara o una figura infantil
desnuda. Otro ejemplo de pugna entre en Bien y el Mal por el ánima de un
difunto aparece en un capitel de la portada catalana de San Martín de Mura, en
el que un diablo con una horquilla intenta hacerse, en vano, con el alma del
santo, quien, ya fallecido, yace en su lecho, al tiempo que su espíritu, en
forma de pequeño busto orante, es portado en un caelum sostenido por dos
personajes, quizás monjes, que a modo de ángeles sicopompos alzan su alma, en
el modelo iconográfico de la elevatio
animae.
Capitel del pórtico de Mura con la muerte santa de San Martín |
En San Andrés de Montearados son demonios quienes se apropian del alma
de un presunto condenado. En otro capitel de la galería porticada de la
burgalesa iglesia de Rebolledo de la Torre, el alma del difunto avaro se efigia
como una figura humana que es capturada por un animal con forma leonina, que la
mantiene amarrada con una cadena y por un diablo con cabeza gallinácea, que la
sujeta del antebrazo.
Sin embargo, es en la cercana iglesia de Hoyos del Tozo, en el desvío anterior desde Basconcillos del Tozo, donde encontramos un capitel que pudiera tener relación con el que estudiamos.
Capitel de Rebolledo de la Torre (Burgos) con la muerte del avaro y su alma acosada por diablos |
Sin embargo, es en la cercana iglesia de Hoyos del Tozo, en el desvío anterior desde Basconcillos del Tozo, donde encontramos un capitel que pudiera tener relación con el que estudiamos.
(Capitel de la portada de Hoyos del Tozo que muestra al hombre tendido en un lecho con unas cabezas leoninas o diabólicas debajo mientras en la otra cara aparece un personaje que parece llevar una botella en la mano y una figura eleva los brazos envuelta en sierpes)
De la misma época, finales del siglo XII, muestra en el capitel de la derecha de su portada un hombre yacente con el lateral de la cama adornado como en San Andrés de Montearados, y a un lado, un personaje cuyas facciones se han perdido, con una botella entre las manos, aquí sin aplicarla a la boca del yacente. Bajo la cama, pese al fuerte deterioro, no se observa diablo alguno, sino las que pudieran ser dos cabezas leoninas que parecen sujetar algo con sus bocas. En la cara interna, un personaje de frente y desnudo levanta los brazos, posiblemente una figura de la lujuria. Una serpiente sube de su sexo hacia la boca y otras rodean su cuerpo a la manera de la figura de la lujuria vista en el capitel de San Andrés.
El
capitel de la izquierda muestra en su cara interna una fiera muy parecida a la
del capitel de la epístola de San Andrés de Montearados, con cuerpo de león y
patas de ave, pero no parece luchar con nadie mientras que en la cara externa
aparece una evidente sirena bicaudata que se sujeta las colas con sus manos.
Como se puede ver, hay elementos comunes en la iconografía de las dos iglesias
tan cercanas.
Capitel de la izquierda de la portada de Hoyos del Tozo, pendant del hombre tendido , con una fiera similar a la del capitel de San Andrés de Montearados y una sirena bicaudata |
La audacia de la escena del capitel de San Andrés de Montearados viene
señalada por mostrar con claridad las causas de la condena –y quizás del óbito
- del hombre yacente: la gula en
forma de la botella que apoya en su boca el gran diablo con orejas perrunas y
la lujuria en forma de la mujer
mordida por serpientes que aparece en el ángulo del capitel. Posiblemente
estamos ante la muerte de un personaje importante, quizás un noble o un rey, al
que asiste en su agonía un dignatario eclesiástico, que es quien recita las
oraciones del libro que porta, acompañado por un religioso de menor rango,
quien asperja agua bendita con el hisopo mientras lleva en la otra mano el
acetre.
Detalle del lateral, donde la serpiente llega hasta el collarino y el ave vuelve la cabeza |
El papel fundamental de la Iglesia en la salvación es puesto de
relieve mediante la presencia del sacerdote –quizás un obispo si consideramos
que el objeto circular perlado a la cabecera del enfermo y junto al religioso
pudiera ser un báculo, pese a que no observamos el palo de apoyo- que asiste al
moribundo con el libro de oraciones adecuadas para impartir el sacramento de la
Extremaunción. Le acompaña otro sacerdote de menor rango, que enarbola un
objeto litúrgico que parece un hisopo. Su talla muestra claramente las tiras de
cuero que se mojaban en el agua bendita que lleva en el acetre. El sacerdote
con libro lleva sobre el pecho una joya decorada con unos motivos perlados,
como un pectoral, signo de un rango
superior, quizás un obispo o abad.
Sacerdote ayudante manejando el hisopo y sosteniendo el acetre para echar agua bendita al moribundo |
El objeto redondo con hueco central que se encuentra a la cabecera del
moribundo bien puede ser otro elemento asociado al ceremonial de la unción a
los enfermos: el viril. En el mismo, a modo de custodia se exponía la Hostia
consagrada que había traído el sacerdote, tal como describe B.Bartolomé: “Otra
costumbre muy extendida era la de poner en la boca de los cadáveres una
partícula eucarística, mientras que en otras partes lo que se hacía era colocar
esa misma partícula en un relicario que se depositaba en el sepulcro sobre el
pecho o al lado del difunto.”(4) En relación a esta antiquísima
costumbre de llevar y custodiar la Eucaristía en las casas particulares, san
Cipriano hace mención a un cofrecillo (arca) que cada fiel poseía con esta
finalidad: “ Una mujer al intentar abrir con las manos sucias el arca en
la que estuvo el sagrado cuerpo del Señor, fue quemada por el fuego que salió
de ésta”(5). Una representación de tales arcas eucarísticas proviene de una
pintura del cementerio romano de los santos Marcelino y Pedro, que puede
datarse hacia la primera mitad del siglo III. La piadosa costumbre de llevar
consigo la eucaristía, para tutelarla en casa, en el trabajo o durante los
viajes, perduró mucho tiempo en la Iglesia; en Irlanda en los siglos VI-VII los
sacerdotes ponían la teca, llamada chrismale
en una pequeña bolsa llamada férula y se la colgaban al cuello bajo las
ropas. En un interesante artículo de Maria Luisa Martin Ansón se informa cómo
la Sagrada Forma con frecuencia acompañaba a los difuntos hasta la sepultura si
no habían comulgado a tiempo, lo que fue denunciado en varios Concilios de los
siglos IV y VI.
Viril portador de la comunión a la cabecera del enfermo. Hemos descartado que sea un báculo porque se recorta por abajo por lo que no tiene palo de soporte o vara. |
La joya en
el pecho del eclesiástico junto con la presencia del valioso viril en la
cabecera parecen sugerirnos que el moribundo es un personaje importante, tal
como suele ser representado en los libros miniados, con personajes enfermos
coronados, como luego veremos. No obstante, las dudas que sugiere ese objeto no
influyen para el contexto de la historia que se narra.
Así pues, en este capitel los auxilios espirituales de la Iglesia
resultan infructuosos y estériles ante la pertinaz insistencia del moribundo en
ceder a la tentación de los vicios. El fatal desenlace no sólo viene
determinado por la eficaz actuación de los demonios, sino por el pronóstico del
gesto del ave ubicada en el lateral de la cesta que mira al altar, que es al
final el protagonista de la narración. Lo vemos a continuación...
Notas:
Notas:
(1)
Garbiñe Bilbao: Iconografía de
las pilas bautismales del románico castellano, Burgos y Palencia.1996.
(2)
Enciclopedia del Románico. Burgos (M.Ilardia
Gallego)
(3)
http:/www.amigosdelromanico.org/opinion/id_10263.html
(4)
Bonifacio
Bartolomé Herrero. Los usos funerarios…
(5) Cum quaedam (mulier) arcam suma, in qua Domini sanctum fuit, manibus immundis temptasset aperire, igne inde surgente deterrita est
(5) Cum quaedam (mulier) arcam suma, in qua Domini sanctum fuit, manibus immundis temptasset aperire, igne inde surgente deterrita est
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