LA LEYENDA DEL CARADRIO EN SAN ANDRES DE MONTERADOS (BURGOS) (continuación)
El caradrio
Pese a la fuerza dramática de la escena descrita, es el ave que ocupa
la cara que mira al altar la que hace de este capitel una pieza verdaderamente
singular. Su gesto, con el cuello vuelto, como evitando la mirada del
moribundo, nos aporta una pista para su identificación.
El caradrio vuelve la cabeza de la vista del moribundo, gesto con el que descarta su salvación |
Probablemente nos encontramos
ante una representación de la acción del caradrio, ave a la que, desde la
Antigüedad, se le atribuye la función de determinar por su mirada si el destino
del enfermo será positivo –sanar- o por el contrario no tiene salvación y
morirá. Su aparición en este capitel ante un moribundo, nos hace intuir que se
trate de un personaje aúlico o al menos de alta cuna.
Basado
en los bestiarios medievales inspirados en el Fisiólogo –libro más divulgado en
la Edad Media después de la Biblia- la
leyenda atribuye al caradrio una función pronosticadora del enfermo (de ahí su
nombre Aesculapia albicans), no en el sentido de identificar su enfermedad,
sino sobre la supervivencia o no del mismo. Es decir, el caradrio no
diagnostica, sino que “pronostica”. Señala con su postura si el enfermo sanará
o morirá.
Su imaginario aspecto le conformaba tamaño de cuervo, plumaje
totalmente blanco y de costumbres exquisitas, ya que comía en la mesa real,
criándose en los palacios. De ahí que intuyamos la categoría del moribundo.
Sus
excrementos eran muy útiles para tratar la vista. También curaba la ictericia:
Plinio lo llamó “icterus”. Ambos remedios apuntan directamente a una crítica
del judaísmo, incapaz de reconocer al Mesías. Otro nombre por el que era
conocido, “pájaro de Jerusalén” pudiera tener relación con ello. Según informa
un estudio en el blog de la British Library firmado por Sarah J. Biggs “Medieval
Manuscripts blogs”, publicado en el año 2013 que se puede ver aquí http://blogs.bl.uk/digitisedmanuscripts/2013/04/index.html
el color
amarillo de los enfermos de ictericia al que alude Plinio era denominado “morbus
regius” ya que se pensaba que sólo el contacto real podía curarla, lo que añade
otro factor más a su consideración de pájaro palaciego.
Las dos opciones del caradrio: salvar absorbiendo el mal o descartar volviendo la mirada. Imagen tomada de la web bestiary.ca (Bibliothèque Nationale de France, lat. 14429, Folio 116v) |
Pero su
prestigio derivaba de su utilidad para pronosticar a los enfermos. El caradrio
se posaba en la ventana o a los pies de la cama; si miraba fijamente al
enfermo, absorbía su enfermedad
arrimando el pico a su boca, y al volar hacia el sol esparcía el mal por
el aire y el enfermo sanaba. Por el contrario, si volvía la cara, significaba
que el enfermo no sanaría. Aparece así esculpido en Alne (Yorkshire) como
positivo y en el capitel burgalés que presentamos, como negativo, en los dos
únicos ejemplos románicos del pájaro.
El caradrio actuando ante un personaje real mostrando la orina que será observada por el médico de la web bestiary.ca (Bodleian Library, MS. Bodley 764, Folio 63v) |
Pese a ser considerado impuro en el Deuteronomio, la comparación de su comportamiento
con Cristo, incluso su inmaculado plumaje, le hicieron muy recurrido en las
pinturas y libros iluminados medievales. Uno de los más expresivos es el
grabado de la Biblioteca Real de Bruselas (siglo XI) en el que aparece Cristo
junto a la imagen del enfermo a quien mira fijamente el ave, para luego volar
hacia el sol. A un lado, Moisés explica a los judíos la necesidad de curar su
ceguera, puesto que –como el caradrio- Cristo los descarta, mientras vuelve su
mirada a los gentiles, quienes, paradójicamente, pueden lograr su curación con
la mirada de Cristo. A los pies de los judíos aparece un árbol con una serpiente.
En el mismo folio Cristo junto al caradrio y los gentiles. Abajo, los judíos y Moisés. El caradrio mira al enfermo y sale volando hacia el sol para eliminar la enfermedad. |
En el arte románico apenas existe un ejemplo de la figura esculpida
del caradrio (a veces “caladrio”) pero
una vez que se popularizan los bestiarios y a través del gótico se van revistiendo
de significado a los animales, como alegorías de las virtudes o de las Personas
Sagradas, y alcanza su máxima expresión en breviarios y Libros miniados, cuando
sirve de apoyo incluso a discursos de amor no correspondido.
Una posible explicación para el poco uso del caradrio en las
representaciones anteriores al siglo XII lo sugiere Jacques Voisenet al indicar que “no es asimilado por los
clérigos a los otros pájaros adivinatorios y rechazado por su origen pagano,
sino erigido –siguiendo al Physiologus- en figura de Cristo que asume los
pecados de la Humanidad”. Esta capacidad del caradrio-Cristo de pronosticar la
salvación o condena, será paulatinamente resaltada, como veremos ahora, en
sendos artículos del profesor Herbert L.Kessler de 2009 y 2011.
A este
respecto, el profesor Kessler publicó en 2009 un estudio titulado “Christ the
Magic Dragon” en el que a través de la figura del caradrio se remonta a la
imagen de la serpiente de bronce levantada por Moisés para sanar a los judíos
con la mirada al pie del Sinaí, por lo que enfatizaría el poder de la mirada de
Cristo salvando a los gentiles mientras los judíos no alcanzan a verlo como su
salvador: “Cristo, como el caradio-serpiente, es figurado como un dragón
mágico”. (Lo que seguramente rompe algunos esquemas sobre la figura maléfica clásica del dragón).
También
en otro artículo de 2011 titulado “Shaded with Dust: Jewish eyes on Christian Art” el
citado profesor Kessler retoma el tema con la controversia en torno al hecho de
que los judíos no usaran imágenes, ya que para los cristianos las imágenes son
para trascender a lo representado, mientras que para los judíos se convertía en
verdadera idolatría por su incapacidad de encontrar el sentido simbólico. Como
carecían de la fe cristiana, no veían más allá de lo que tenían representado y
por tanto, cualquier veneración a una imagen era idolatría. ”Los judíos eran
considerados como los idólatras por excelencia (carnal viewers). Precisamente
por haber rechazado encontrar a Dios en la persona de Cristo, no podían
descubrir el espíritu del que estaban imbuidas las imágenes materiales”, dice el
autor.
En una Miniatura del bestiario de
Guillermo Leclerc de Normandia iluminado Oxford o London de 1265 a 1270 (Paris BNF MS fr.14969 fol.94) la
serpiente aparece sobre la cruz y Moises apuntando arriba, según el texto en
verso del Fisiólogo: Este caladrio es en
verdad nuestro Salvador Jesús. Que vino con su gran majestad a tratar la
enfermedad de los judíos, a los que había amado grandemente, cuidado y
exhortado, tan a menudo alimentado y curado, tan grandemente honrado y
favorecido. Y cuando vió que podían morir en la infidelidad en que se hallaban,
vió su malicia y su terquedad, por su mal corazón y su pereza, por lo que tornó
la mirada de su rostro. Contempló nuestras enfermedades y cargó nuestros
pecados en su cuerpo; sobre la sagrada madera de la verdadera cruz, de la que
el diablo sufre con miedo. Esto es lo que le convino hacer.” (pag.96 del
citado estudio de Kessler).
El artículo forma parte de un
libro titulado “Judaism and
Christian Art: Aesthetic Anxieties from the Catacombs to Colonialism”, editado por Herbert L. Kessler y
David Nirenberg.año 2011 en el que participa Francisco Prado-Vilar, entre
otros.
San Andrés de Montearados. El caradrio vuelve la cara evitando mirar al moribundo pronosticando su próxima muerte y condenación |
Volviendo a nuestro objeto, a la vista de la pertinaz insistencia en
los vicios que le han conducido a las puertas de la muerte, el caradrio aparta su
mirada del yacente y descarta totalmente su salvación. En este caso único, se
han resaltado los pecados que le han conducido a esta situación, mientras que la
imagen habitual del caradrio es para señalar tan sólo la supervivencia o no del
enfermo, sin determinar las causas. De ahí la importancia de este capitel, en
el que podemos encontrar los diferentes sentidos de su significado.
Así, al
sentido literal que nos relata la condena por sus pecados, podemos añadir el
sentido moral como sermón admonitorio que el comitente quiso imprimir para que
los fieles vieran el final de un hombre víctima de sus vicios; el sentido
alegórico una vez que observaran la cara vuelta del caradrio como Cristo
descartando la salvación pese a la ayuda ofrecida por la Iglesia y la propia
representación de Cristo en forma de caradrio como sentido místico, ya que el
ave era de un blanco inmaculado, no tenía la menor mancha. Como es bien sabido,
en la Edad Media muchas enfermedades eran consideradas consecuencia de pecados
cometidos. Incluso el nacimiento de hijos con taras se atribuían a su
concepción en fechas y momentos no aprobados por la Iglesia.
De la web bestiary.ca (Fitzwilliam Museum, MS 254, Folio 27r) donde se muestran las dos alternativas |
Los dos elementos básicos en las representaciones del caradrio vienen
señalados por el enfermo en la cama y la
postura del ave, tal como vemos en el capitel descrito. De este modo, lo
mismo que nos parece precisamente que el capitel de San Andrés se adecúa a las
imágenes de la acción del caradrio, no encontramos válidas algunas
interpretaciones fiadas tan sólo en la apariencia física, como la portada de
Aulnay (donde no hay enfermo en la cama) ni la propuesta por Pilar Ladrero
García (*) de unas ménsulas de la sala capitular de Oña donde no aparece
enfermo en cama ni el caradrio lo mira o descarta.
También es de destacar que en muchos casos, como en los abundantes
libros iluminados, es un rey o personaje coronado quien recibe el pronóstico
del caradrio. Así lo vemos en la otra escultura románica que hemos encontrado
del caradrio en Alne (Inglaterra), que ahora estudiaremos.
El caradrio de la portada de Alne en Yorkshire (Inglaterra) |
Verdaderamente resulta chocante
que sea en un perdido pueblo castellano donde veamos la aplicación práctica de
la utilidad del caradrio, ya no sólo pronosticando enfermedades, sino vicios y sus consecuencias, por lo que aún hoy tan sólo
contemplar el capitel recibe cualquiera el mensaje condenatorio de la vida pecadora que conducen a la mala muerte. La única explicación que se nos ocurre es que el
comitente de este iglesia (y en cierta medida en la cercana Hoyos del Tozo, que parece una mala copia)
dispusiera de alguna copia del bestiario o incluso una copia del dibujo hoy
conservado en la Biblioteca de Bruselas y diera mucho más sentido al caradrio
que el de “pronosticador” que viene manteniendo en los miniados. Terminaremos esta trilogía estudiando el caradio de Alne y la literatura en torno a esta figura.
(*) ver bibliografía al final.
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