JUGUETES ROMANICOS


Entre la escasa variedad de artefactos que nos pueden mostrar capiteles y canecillos románicos, no figuran especialmente los juguetes; por un lado, porque la pobreza de la vida de la gente común no permitía juguetes de valor como para ser conservados y representados,  y por otro, el mucho tiempo transcurrido ha hecho desaparecer hasta los de más valor, los de nobles y reyes.

Para nuestro propósito, que es tan sólo –como siempre hacemos- proponer una posible lectura en este sentido (un juguete dentro de este juego de “ver” cosas ocultas) nos sirve de poca ayuda un bonito trabajo publicado por Silvia Alfonso Cabrera de la Complutense, en la Revista Digital de Iconografía Medieval vol. VIII, nº 15 de 2016, ya que, como apuntamos, sólo a partir del siglo XV podemos encontrar en pinturas y documentos la existencia de juguetes, pese a que nadie tiene dudas de que el juguete existe desde que lo hace la humanidad y ya en las cavernas, los niños habrían de jugar con los materiales que tenían a mano, casi siempre reproduciendo los actos de los mayores: cuidando muñecas, haciendo arcos, animales, vajillas, etc. La arqueología nos confirma en museos y excavaciones la existencia de juguetes infantiles.
Además de su carácter formativo siempre valorado, tenían un gran componente apotropaico, tal como señala la autora, referida a los sonajeros “En un principio se le otorgó un carácter mágico y profiláctico: se trataba de un cascabel para cazar a los malos espíritus, así como de dientes de lobo para calmar el dolor de la salida de la dentición infantil en virtud de la magia imitativa. Como decía Dioscórides y bien recogió Bartolomé el Inglés en el capítulo 18 de su Libro de las propiedades de las cosas, “los dientes de perro o de lobo curan a un niño el mal lunático”. Estos sonajeros de dientes de lobo servían tanto para masticar a modo de mordedor como para ser agitados. Además de las recomendaciones médicas en los tratados de puericultura, este objeto era considerado y utilizado como un juguete cuya función era entretener y calmar al niño cuando estaba alterado”.
Ya hemos comentado en el estudio de “el sexo protector” que los objetos que se mueven y emiten sonido son ideales para ahuyentar a los diablos, al transmitir la idea de vida, y el mal y los diablos quieren actuar preferentemente sobre cosas muertas e inanes. Un niño dormido es una presa apetecible por su indefensión pero si se mueve y suena un objeto (una bulla cuando es mayor) está protegido. O porque tiene una lullaby sobre la cuna, como los ingleses.
Además, es frecuente encontrar en pinturas renacentistas al Niño Jesús en brazos de María portando collares de azabache y otros pequeños elementos apotropaicos, lo mismo que las pinturas de infantes reales.

En esta línea, también se puede consultar un interesante trabajo centrado en la región francesa del Jura firmado por Yvan Lacroix titulado “Histoire du jouet”en cuyo prólogo indica: Los primeros juguetes como los sonajeros están destinados a despertar al recién nacido o a protegerlo del  mal de ojo, mantener alejados los espíritus malignos, un baluarte muy débil para preservar el bebé de la mortalidad infantil que va a causar estragos hasta el siglo XX. Juguetes de la habilidad: aros, yo-yo gatos, bolas (originalmente encarnadas por las nueces), látigo trompos, bolas, pero también muñecas, son los primeros objetos para entretener al niño para prepararlo para la transición a la adultez”


Para nuestra propuesta vamos a utilizar dos canecillos en diferentes iglesias cántabras en los que a nuestro juicio aparece un juguete con las características del sonajero, pero para niños un poco más mayores: el tentetieso. En Andalucía: siempretieso. En francés: culbuto. En inglés: roly-poly. Como decimos, tan sólo podemos basarnos en la imagen para esta interpretación, pero su carácter apotropaico nos permite su “utilidad” en los márgenes de las iglesias románicas.
Canecillo de Bolmir con un personaje sin cabeza en donde se destaca el tentetieso que sostiene entre sus piernas

El tentetieso reúne su cualidad de movimiento sencillo y repetitito (tan sólo empujado por el niño) sin que se desplace por lo que puede tenerlo dominado y con movimiento, y el hecho de que en su interior se suele introducir un cascabel o algún objeto que produce sonido al moverlo lo convierte en útil apotropaico que entretiene al infante.


Capitel de la ventana del ábside de Hoyos donde la hoja de acanto es rematada con el fruto del acanto (la bola con caperuza)

Buscando ejemplos relativos al juguete en el entorno, encontramos en Santa Maria de Hoyos algo distinto, pero que parece la prueba de nuestra vieja hipótesis de que la famosa “bola con caperuza” que describe García Guinea ante ese abundante modelo de canecillo (y a veces incluso en capiteles) sin especificar a qué se refiere, sino sólo como descripción, aquí nos ofrece una pista evidente de su origen, ya que tanto en un capitel de la ventana como en un canecillo, bajo la bola con caperuza aparece claramente esculpida la hoja de acanto, lo que confirmaría nuestra propuesta de que la bola con caperuza no es más que el fruto del acanto, tal como se puede comprobar todos los años en la naturaleza, y dejamos para los expertos en significados anagógicos interpretar si se trata del fruto de la vida eterna, etc, que nosotros volamos bajo. Aspiramos tan sólo a señalar a qué se refiere la “bola con caperuza”: al fruto del acanto.
Canecillos de Hoyos.El de la izquierda es una hoja rematada en bola con caperuza
La iglesia de Bolmir y sus relaciones

Esta interesante iglesia de Bolmir en el sur de Cantabria, deudora de la escultura de Cervatos, muestra algunos de los canecillos más interesantes del románico de la zona. Los modelos usados aquí también son compartidos en Villanueva de la Nía y quizás podamos rastrear su tallista hasta San Martín de Elines.

Volviendo a nuestro tema, queremos presentar al canecillo objeto de nuestra propuesta. Se trata de una figura humana que probablemente ha perdido la cabeza, que sostiene con las manos y entre las piernas un objeto alargado, con forma fusiforme, y con pequeña cabeza humana, a la manera de un muñeco, con unas estrías sobre su cuerpo.
A la derecha el canecillo con un tentetieso en Bolmir, en donde abundan figuras con aire infantil

 Suponemos la pérdida de la cabeza porque claramente se perciben los hombros, aunque se podría aducir que con la cabeza el canecillo tendría una altura superior al resto. No descartamos que voluntariamente no se haya esculpido la cabeza del portor, precisamente para resaltar lo que nosotros creemos ver: un bibelot o tentetieso, es decir, un muñeco objeto de interés por su sentido apotropaico, como muchas de las figuras que le rodean, desde animales (liebres con el sexo marcado, contorsionista que luce el trou de su ano y el espinario olifantero que conserva disimulado su pene).
Canecillos de Bolmir.A la izquierda una liebre con el sexo bien marcado y a la derecha el espinario itifálico olifantero

 García Guinea, que había tenido que trabajar sin la ventaja de nuestras fotos digitales, lo describe como “hombre sentado que vuelve la cabeza para apoyarla en un laud”, lo que nos parece incorrecto y pensamos que ha confundido la cabeza del juguete con la que debía tener el niño portador. Se puede ver claramente la forma del bibelot que no se parece en nada a un laud. Y las estrías no las entendemos como cuerdas de laud puesto que no van paralelas. Un poco más allá, el arpista (los músicos son poderosos contra el diablo y el mal de ojo) y por encima un delicioso oso (yo lo llamo “el Mimosín” porque la mayoría de los animales que luce este templo tienen un aire infantil). También en la cara norte de la misma iglesia de Bolmir, en donde los canecillos están muy desgastados por el efecto del viento y el frío hay uno que pudiera tener el mismo formato, nada extraña la reiteración, puesto que, como hemos apuntado, en Bolmir la pareja de varón y hembra exhibicionistas aparecen en las tres fachadas.
Canecillos de la cara norte de Bolmir.El de la izquierda tiene el mismo formato del tentetieso de la cara sur.El de la derecha parece ser otro exhibicionista probablemente tocando una ocarina u otro instrumento musical.

Y ¿dónde podemos ver otro tentetieso románico?
Tan sólo a modo de hipótesis tenemos un candidato desgraciadamente muy deteriorado en Cervatos, pero no podemos proponer nada concreto por la mucha masa faltante.
























Algo más se aproxima un canecillo de San Martín de Elines, también en territorio cántabro, donde al gesto de bebé o mamoncete que enseguida veremos en Santillana (cara redondo, con boca entreabierta y lengua retenida) hay que añadir que tampoco aparecería la cabeza del portor a la manera que ocurre en Bolmir. Sin embargo, la relación más directa, a nuestro juicio se encuentra en Santillana.

Santillana del Mar
En el claustro de Santillana, colocados sobre unos tablones a manera de balda, podemos ver dos docenas de canecillos que, según cuenta García Guinea y conocerá bien Campuzano, fueron encontrados como sillares incrustados en la fachada principal de la Colegiata. Pasan casi desapercibidos porque hay cerca cosas más vistosas, pero no hay que despreciarlos.
Cuando los visito o les enseño, siempre lo llamo “la guardería de Santillana” porque todos tienen un aire infantil, quizás fruto de la impericia del escultor y que son totalmente diferentes tanto de los exteriores como del interior de la Colegiata. Volvemos a encontrar ese aire ingenuo que veíamos en Bolmir.
























Pero hay uno que siempre pretendo relacionarlo con este tentetieso de Bolmir. Se trata de un canecillo en el que aparecen dos cabezas con facciones regordetas, como de bebé, que incluso abren la boca y asoman la lengua y uno parece sostener al que está en primer plano, cuyo cuerpo claramente tiene la forma abotellada de un tentetieso y sólo su desproporcionada cabeza parece sugerir esa figura. ¿Tendría el mismo significado que en Bolmir?
Canecillo de la galería de Santillana

En esa misma galería hay otros canecillos de intrigante formato, como unas posibles maternidades que estudiaremos en breve, sobre todo por su relación con un curioso canecillo de Villanueva de la Nía, que nos sugiere una Virgen con Niño bendiciendo, algo insólito para ese lugar y más con la compañía sexual que le rodea.
Mientras tanto, distinguimos otro canecillo, esta vez donde toca, sobre el tejaroz de la portada que comunica el claustro de Santillana con la iglesia,el único figurado, con otro personaje con la misma expresión de mamoncete del que veíamos con el bibelot pero ahora a horcajadas sobre un hombre adulto, es decir, un hombre que lleva sobre sus espaldas a un bebé, lo que pudiera conducirnos a la figura poco conocida en España y algo más frecuente en Francia, del año viejo que trae a sus espaldas al año nuevo, escena que sí está identificada en la fachada que veníamos estudiando del Borgo San Donnino donde además se ha esculpido en la escena sobre el muro el ambiente adecuado a la fecha: una ristra de embutidos colgados a curar en la cocina invernal.
Canecillo del tejaroz de entrada a la iglesia de Santillana con una posible alusión al cambio de año

Relieve de Fidenza con el cambio de año
Juegos de adultos

Podríamos proponer algún canecillo relativo a algún tipo de juego, por ejemplo, algo tan básico como lanzar una bola (de piedra o de madera) que no hay por qué relacionarlo con el juego de bolos típico de Cantabria y el norte de Burgos. Precisamente en Cervatos, entre tanto canecillo obsceno alejador de los malos espíritus, hay uno que muestra a un posible hombre adulto que eleva una bola para coger impulso. Ya dijimos que cualquier juego, desde el laberinto al arquerque o cintas sin fin, era válido para retener alejados a los diablos. En este caso, a la vista de la dificultad de identificar las facciones del jugador, lo atribuiremos a un adulto, aunque la vestimenta pudiera indicar un niño.
Canecillo de Cervatos
El otro caso que conocemos nos vuelve de nuevo a Bolmir. El hombre itifálico que acompaña a la mujer exhibicionista –pareja que se refleja en cada una de las tres fachadas esculpidas, que ya es insistencia- muestra en el ábside una postura que, a nuestro juicio, no tiene nada que ver con la aparente bola que lleva en la mano. En nuestra opinión este personaje está haciendo un doble gesto apotropaico, ahuyentando a los diablos no sólo mostrando su falo sino haciendo el gesto del corte de mangas, o gesto de la higa, y tan sólo se ha dejado sin desbastar el material entre los dedos para evitar su rotura. Nadie lanza una bola sujetándose el brazo con la otra mano. Pero hay quien se tranquiliza diciendo que juega a los bolos, lo que puede molestar a míticos jugadores en vista de su carácter itifálico. Un poco de sentido común, que nadie juega a los bolos así.
Canecillos del ábside de Bolmir con la mujer y el hombre exhibicionistas, mientras el hombre realiza el gesto de la higa o corte de mangas.

Canecillos de Bolmir con el juguete que proponemos



















Comentarios

  1. Respecto al tentetiseo, en francés culbuto, existe una compañía con su video en youtube que omitimos en la entrada para que no nos digan que hacemos publicidad. Como el asunto puede resultar de interés para esas fiestas medievales que a veces vemos en las ciudades, ponemos ahora el link.
    Se trata de una empresa de Nîmes en Francia, de nombre Dynamogene, que tiene colgado un video con el efecto en una población -creemos que inglesa-donde hasta una monjita quiere empujar el "tentetieso".
    https://www.youtube.com/watch?v=eaQKQmCWmHc&t=97s

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