UTILIDAD DE LO APOTROPAICO (1 de 2)


Sorprender y asustar

Vamos a intentar mostrar la vinculación de las figuras y signos apotropaicos, cuya función es proteger del mal en general y del diablo en particular, que procedente de la antigüedad (amuletos protectores) se siguió utilizando en el románico (ver las insignias de los peregrinos medievales, capiteles con monstruos, los canes obscenos,etc.) y que usaban desde niños a mujeres y hombres adultos, extendiéndose en la vida cotidiana de las gentes. 
Nos interesa especialmente distinguir con claridad lo que era apotropaico de lo que era didáctico o ejemplarizante. Así, la femme aux serpents, muchas veces desnuda, envuelta en eso, las serpientes, no es una figura apotropaica pese a su desnudez porque está dando catequesis, recibe su castigo, las serpientes la muerden y por tanto imparte una lección. Eso ocurre, por ejemplo, en los canes perfectamente estudiados por Omedes en Santa María de Uncastillo con el clérigo y “la modelo”, que en su apasionada relación están recibiendo el castigo de serpientes y bichos. Lo apotropaico no imparte lecciones.
Una figura desnuda, de manera general, es apotropaica per se, no tiene que estar más que exhibiéndose, sin hacer nada más, incluso los y las masturbadores. Por ello, la femme aux serpents no es apotropaica.


Como su misión es sorprender, chocar, incluso asustar (especialmente al diablo) si la figura desnuda mostrada tiene aún más “sorpresa”, como un hermafrodito, que sorprende a diablos y humanos, es mucho más eficaz. Por eso aparece en la cumbre de la catedral de Módena, donde sólo lo ven los diablos.
Y aunque el 26-JUL-17 ya mostramos un grabado de Durero en el que describe más sutilmente la historia medieval, vemos ahora un dibujo más directo, de la colección del British Museum del británico Thomas Rowlandson relatando lo mismo con los personajes más “expuestos”. Repetiremos el motivo: Un campesino labrando su tierra se ve sorprendido por un personaje que aparece de pronto con un aspecto peculiar. Se apuesta con nuestro hombre a ver quién de los dos será capaz de labrar más tierra al día siguiente sólo con las manos. El campesino acepta la apuesta, ya que está muy entrenado. Cuando vuelve a su casa, explica a su mujer que el sujeto con el que ha apostado tenía cuernos, un rabo, era muy flaco y voz chillona, y pensaba que lo iba a ganar fácilmente. Lo mujer reconoce por la descripción al diablo y se preocupa sobremanera porque teme perder su hacienda en la apuesta al día siguiente.
Grabado de Durero

Muy de mañana la mujer trajina en la cocina cuando de pronto aparece el diablo preguntando por su esposo para cumplir la apuesta. De pronto, ella levanta sus faldas y enseña su “pudenda” al diablo, quien aterrorizado ante lo que vé, pregunta: “¿quién te ha hecho esa terrible herida que tienes entre las piernas?”, a lo que la mujer responde con tranquilidad: “Mi marido con sus dedos, anoche mientras  se entrenaba para la apuesta de hoy”.
Ante aquella muestra de ferocidad del rival, el diablo se rinde y abandona la casa, salvando así la mujer la hacienda familiar.
Esto es una muestra bien directa del contenido de una acción apotropaica: mostrar sexo con sorpresa para ahuyentar al diablo. Los canes obscenos, que aún hoy nadie espera ver en una iglesia, tienen la misma función: proteger asustando.

Dibujo menos sutil de Rowlandson con la misma historia(B.M.)

Protección de los difuntos

Hemos visto que, pese al valor que se ha dado a los textos de monjes contemporáneos del románico denostando de su iconografía (Glaber o San Bernardo), sus palabras quedaron huecas porque la rápida extensión de templos del mismo estilo a partir de la segunda mitad del siglo XI no obedeció a estados exultantes de alivio por escapar del fin del mundo, ni se dejaron de esculpir figuras monstruosas o llamativas tanto en claustros como en portadas y aleros de las iglesias románicas; antes al contrario, su uso fue la norma.
Y los hechos están ahí: miles de iglesias románicas levantadas en siglo y medio en todo Occidente, algunas sobre ruinas de templos paganos anteriores y todas o casi todas surtidas de imágenes no sólo de monstruos o animales fabulosos, sino de figuras insólitas hoy para un templo cristiano y que se han conservado, respetadas por generaciones de usuarios de esos templos, en una permisividad de la autoridad eclesiástica, o alentada por ella, y una más que posible necesidad de los fieles, ambos no  documentadas, que les ha preservado hasta hoy. La mayoría de los canecillos obscenos –tal como aseveran los investigadores-han sido dañados en los dos últimos siglos, no antes. El sentido, la utilidad, se perdió mucho antes y luego acabó enterrado bajo miles de páginas condenando brujerías y hechicerías.
Canecillo de S.Esteban de Corullón (León).No es sexual pero es obsceno

Y no sólo pervivió esa imaginería durante siglos, sino que pasó a las gárgolas en el gótico y acabó en las misericordias de los coros vedados a los fieles. Tanta belleza deformitas ni era gratuita (en el más amplio sentido, para complacer al rácano santo cisterciense) ni era un capricho. Ya dice Ruiz Maldonado, creo que referido al templo de Ventosilla en Segovia (lo cito de memoria) que en los canes de ese templo, con una escena sexual en su interior, como hemos analizado en este blog,  parece haber una entente cordiale entre los usuarios, que piden poner lo que “necesitan” y el párroco, con una aparente escena de consagración de la misa. 
Canes de Ventosilla (Segovia) donde un hombre hace muecas junto al celebrante y un obispo, síntesis de apotropaismo

Aunque a nuestro entender, tanto el personaje que hace muecas como el cura consagrando a su lado tienen una finalidad apotropaica: ambos sorprenden al diablo que intente acosar el templo, uno con una expresión obscena –la mueca- y otro mostrando algo que rechaza el diablo: la Hostia consagrada (en algunos enterramientos se ponía junto al difunto ese mismo elemento –suponemos que “falsa”, es decir, sin consagrar- para despistar al diablo, que huiría sorprendido de esa protección inesperada en un difunto).
Pero hemos de situarnos en el comienzo, como decimos, a mediados del siglo XI, coincidiendo dos hechos básicos: la reforma gregoriana que se avanza antes ya del 1070 y la consolidación rápida del cristianismo, que lleva nuevas normas a la vida social de los pueblos. Y, aparte de otros muchos ámbitos, nos interesa resaltar la necesidad de enterrar a los difuntos en terreno sagrado. Según veremos, el mismo Papa se ocupó de que se acometiera una revolución en el respeto a los difuntos, su veneración y la necesidad de protegerlos. El imprescindible uso de reliquias para consagrar los nuevos templos traía consigo también la consideración y respeto a los antepasados. Para los paganos porque los difuntos maltratados podían atraer problemas para la vida diaria y para los cristianos porque su recuerdo y devoción podría ayudar a que alcanzaran la vida eterna. Si el alma del difunto descansaba en paz, también la vida diaria de sus familiares no se vería molestada. 
Canecillo de Corullón León) con exhibicionista masculino
 que parece llevar algo en su mano izquierda
Elemento abundante en el románico inglés "The moon".Corullón
Según cuentas los arqueólogos, en los primeros siglos del cristianismo, los enterramientos se hacían hasta el siglo IV y más tarde, en las mismas necrópolis que habían venido usando los paganos. En una reciente conferencia en el Mupac de Santander se citaba una excavación en la zona de Valderredible en la que sobre enterramientos anteriores aparecían otros en disposición aleatoria, en una cierta confusión, como si los más recientes fueran resultado de un traslado desde otros lugares no adecuados. Entre los restos aparecieron jóvenes difuntos y niños a los que se había enterrado con anillos en los dedos, alguno de oro, en los que figuraba una cruz con las iniciales P y N a cada lado de los brazos de la cruz. En nuestra opinión, eran las iniciales del Pater Noster con que, además de la cruz, se protegía a los difuntos, casi siempre, como luego se hizo con pequeñas filacterias que se llevaban cosidas a la ropa, con finalidad apotropaica, de protección contra el mal, muchas veces representado por el temido mal de ojo. En siglos pretéritos, lo que se lucía en los dedos de los difuntos como elementos apotropaicos, como vemos en la foto, eran falos, otro poderoso amuleto. Se cambió el elemento protector,cristianizándolo,  pero se mantuvo la finalidad.
Anillo con falos protectores procedentes de enterramientos (B.M.)

 La protección a los difuntos siempre ha sido una norma en todas las sociedades, pero la Iglesia católica decidió reglar y ordenar esa costumbre, prohibiendo lo que se había venido haciendo de enterrar cerca de la casa o en un prado junto a la comunidad. Se impuso el 
entierro en sagrado, lo que aparentemente fue un grave problema, porque no todos los pueblos lo tenían y debían realizar un largo traslado hasta el pueblo donde lo hubiera. Por eso se consideró prioritario disponer en cada pueblo de un camposanto, sobre el que se construyó la iglesia para el servicio de los rezos que requerían los difuntos.
Cuentan mis amigos arqueólogos de una zona tan específica como los montes pasiegos en Cantabria, de donde se admiraban los frailes dominicos, predicadores, aún en el siglo XVII de que aún no habían recibido “la palabra de Dios”. Aquellos habitantes tan diseminados en la montaña rara vez aparecían en núcleos urbanos y hasta no hace tanto, ni registraban a sus hijos. El empleado de la oficina de la Caja de Ahorros en la Vega de Pas, que guardaba los dineros de los pasiegos “modernos” (lo habitual era guardarlo escondido en las cabañas) pasó muchos apuros para lograr el DNI de aquellos escurridizos titulares. No veían la razón de estar fichados. Los pasiegos no iban a la mili.
Pues bien, cuenta el Dr.García Alonso, arqueólogo, que al no tener parroquia cercana, los pasiegos difuntos, para ser enterrados en sagrado debían ser transportados en mulos o en andas caminando más de 20 kms.por los montes hasta la parroquia ya en territorio burgalés. Todo este a principios del siglo XX.
La pareja de exhibicionistas sexuales que no falta en ninguna iglesia que se precie de apotropaica. En Cervatos o Bolmir aparecen en tres fachadas y en la primera también en las ventanas. (Corullón. está en pleno Camino de Santiago)

El entierro en sagrado se impuso por la Iglesia y en un artículo que luego analizaremos se propone que aunque pensamos que el cementerio se formaba alrededor de las iglesias, al ser sagrado por proximidad, realmente lo que se hizo en muchos casos era elegir un terreno vacío, consagrarlo con una ceremonia parecida a la de las nuevas iglesias, y constituir un cementerio, donde más tarde se levantaba una iglesia para dar servicio al culto a los difuntos. Y no al revés, como muchas veces pensamos.
Y en esa iglesia que se levantaba, se ponían aquellos elementos necesarios para procurar la paz y proteger a los difuntos, expuestos a la acción del Maligno y de los aojadores. 
Bárcena de Pienza, al norte de Burgos tiene el camposanto ocupando la nave.

Sabemos que lo normal es encontrar cementerios en torno a una iglesia románica y en algunos casos, la iglesia ha desaparecido pero su recinto (sagrado) se ha convertido en cementerio (Barcena de Pienza). Si nos fijamos, en algunos iglesias románicas, como en Santa Marta de Tera, a la que rodea el cementerio parroquial, vigila en lo más alto del templo un siniestro diablo en similar postura a la que luego mostrarán sus colegas de París. No dejan de acompañarle canes obscenos. Lo igual repele a lo igual.
Santa Marta de Tera rodeada del cementerio La iglesia tiene muchos elementos apotropaicos
Rudimentario canecillo con el exhibicionista
Portador de barrica exhibicionista (Sta.Marta)


El diablo vigila desde lo alto de Sta.Marta de Tera, como las gárgolas de Notre Dame de Paris


Probable músico exhibicionista (Sta.Marta)

Galerias porticadas


En algunos casos, especialmente en la vieja Castilla, lo que rodea más próximo a la iglesia es la galería porticada, que precisamente se utiliza como un camposanto, con más privilegio que lo más alejado. Esto lo estudia a fondo el profesor Salgado Pantoja en el Codex 26 (accesible en internet) del que tomamos algunos datos. Cita el uso práctico de esas galerías, nacidas a partir del siglo XI para ceremonias públicas, como la entrega de la novia y la celebración de ordalías, la culminación de las procesiones o la impartición del bautismo. No nos resistimos a mostrar un capitel de Ansemil (Orense), junto a una puerta lateral que debía tener próxima la pila bautismal, por lo que, a nuestro juicio, se esculpió una escena de bautismo de adultos. No es que falte la pila en el  capitel, es que estaba a los pies.
Capitel portada lateral de Ansemil (Pontevedra) con escena de bautismo de adultos y sus padrinos

Incluso las mujeres postparidas observaban su impureza en ese recinto antes de su purificación y relata ampliamente la protección que suponía para los perseguidos el acogerse a sagrado.
Pero lo que nos hace traer ese texto es la utilización de la galería como cementerio privilegiado. “…en la Alta Edad Media, aún se seguían utilizando las antiguas necrópolis romanas para la inhumación de cadáveres. No obstante, el origen pagano de las mismas terminó por ser determinante para su paulatino abandono.”
Entre los siglos VI y IX, como hemos comentado, no había norma fija, de modo que se encontraban necrópolis muchas veces usando lo pagano por inercia. “Sin embargo –dice el dr.Salgado-la pronta consolidación de la religión cristiana propició en la Península un indisoluble vínculo entre los lugares de enterramiento y el tempo de culto, algo especialmente perceptible desde el siglo IX.”
San Miguel junto al diablo en la torre de Vizcainos de la Sierra
Destacamos esta última utilidad apotropaica, “casi pagana” que dice Yarza.
El estudio nos lleva a la conclusión de algo que se nos olvida: la iglesia era el único lugar social de los pueblos, no había otro sitio para reunirse y debatir, juzgar, anunciar compromisos, incluso operaciones mercantiles, y aunque se detiene en los frecuentes alquerques o inscripciones con juegos, razonable en un lugar de reunión, no dejamos por ello de pensar que en muchos casos, sobre todo si estaban inscritos en los muros, no podían servir para jugar sino como elementos protectores, igual que muchos canecillos. Y allí había difuntos que proteger.
Magníficos capiteles de Santa Marta de Tera con un sentido apotropaico sin recurrir al sexo por ser una parte noble: la puerta


De nuevo, Silos

Y aunque nuestro propósito es incidir en la relación camposanto-iglesia-imágenes apotropaicas, vamos a citar un caso palmario del uso de un ámbito sagrado como era el claustro de Silos para lugar de enterramiento y cómo se “decora” ese espacio con originales y maravillosas figuras apotropaicas: sus capiteles.
Capiteles del claustro de Santo Domingo de Silos

Tomamos de nuevo el gran estudio de Gerardo Boto sobre los “Ornamentos sin delito…” en donde destaca cómo esos pasillos del claustro se llenaron de tumbas: en el uso cementerial del claustro “Silos alcanzó extremos desconocidos en la Castilla de los siglos XI y XII”…”En Silos, como en la colegiata de Santa María de Arbas (León) y en la excatedral de Roda de Isábena existía la costumbre de orar por los difuntos en una procesión que se celebraba a lo largo del claustro”. Se trataba de hacer presente la comunidad de vivos y difuntos. Y uno de los elementos para mi más seductores del claustro era la edificación en un ángulo, del sepulcro de los Finojosa, laicos enterrados entre los monjes, erigido quizás a primeros del siglo XI. De los capiteles de dicho sepulcro no se tienen información clara, pero no diferían mucho del resto. Sin embargo de los cuatro sepulcros (padre e hijos) se cuenta cómo eran las tapas, con figuras de bueyes conducidas por un hombre y la caza del jabalí, en ambos casos animales con cuernos o marfiles. Ya hemos apuntado varias veces que, en nuestro opinión, lejos de significar una alusión al mundo agrario, ni siquiera a la mansedumbre y obediencia laboriosa, la presencia de animales con cuernos era un elementos de valor apotropaico, de ahí la abundancia de animales con cuernos, los mismos que luce el diablo.  “De los caballeros que están sepultados en el patín son cuatro sepulturas, las dos tiene unos bueyes en hilera y un hombre delante que con la vara los guía…Sobre la una sepultura están cabalgaduras y gente que las lleva; y en la otra los bueyes y un caballero que tiraba a un jabalí, del cual está asido un perro”, destaca Boto de la crónica de Sandoval en 1615 referido a las tapas de los sarcófagos. De los bueyes tenemos en Bareyo ejemplo y menos en Cantamuda; de la caza del jabalí tenemos entre otros un ejemplo en Oviedo o en Piasca. El uso de escenas de cacería como homenaje a la valentía de los guerreros se remonta más allá de los mosaicos romanos, casi siempre con connotaciones funerarias como La Olmeda, señala Boto.
Capitel de Bareyo (Cantabria) con los bueyes.¿Lleva pendientes el boyero?

Caza del jabalí en un cimacio de Piasca (Cantabria) quizás algo más que una escena costumbrista


El brillante historiador leonés relata el traslado de las reliquias de San Curtberto en 1104, cuando se aprecia el material lujoso que envolvía sus restos. “La decisión de proteger al santo con las mejores sedas no estaba determinada –no podía estarlo, nadie las vería- por un ánimo exhibitorio. La aplicación de los ornamenta a objetos muebles o monumentos a menudo persiguió proclamar la virtud espiritual del personaje antes que regalar las miradas de la audiencia”. Opinamos que, como pasa con las alejadas gárgolas y los casi invisibles canes, no se ponen esos materiales atractivos, sorprendentes, para la contemplación de los humanos. Los espíritus que deben ser alejados son capaces de entrar por rendijas, sobrevolar tejados y entrar por ventanas. Por eso hace falta proteger tanto al edificio como a la sepultura.
Tela de sudario con dibujos que
recuerdan los capiteles de Silos
(blog Baul del Arte)

Destaca Boto que no debía de ser muy diferente el gusto de los religiosos del de los laicos a efectos de los elementos esculpidos, al punto que el segundo taller mantiene temáticas del primero intentando una continuidad, prueba de la “eficacia” de los motivos, que, como hemos opinado, responden a inspiraciones de tejidos orientales con los que se amortajaban a personajes y a filigranas marginales dibujadas en los códices y los marfiles que habrían servido para ahuyentar al diablo de sus aproximaciones a los cadáveres. Eran eficaces no sólo porque así lo creían, sino que al ser contemplados por los vivos, les infundía un sentimiento de haber hecho lo posible –además de rezar-  por proteger a los difuntos. Los tejidos suntuarios, paños grecisos, telas andalusíes y otros ricos materiales “circularon por Toledo y por otras cortes hispanas desde décadas atrás. Es más, algunos de esos materiales fueron empleados para forrar los sepulcros de santos y mártires” añade el doctor Boto.
“Este uso común de la figuración profana prueba, una vez más, hasta qué punto los miembros más favorecidos del estamento clerical compartían los gustos estéticos de los aristócratas laicos”, dice Boto. Si se me permite el atrevimiento de apostillar esta idea, considero que no se trataba solo de “gusto estético” sino de reconocimiento de la utilidad, la necesidad de uso de unas figuras cuyo sentido apotropaico –nada que ver con imágenes paganas- resultaba adecuado para un entorno cementerial. Esas figuras y no otras, tenían la función de atraer las miradas y enredar con su belleza y misterio a los diablos que pugnaban por hacerse con las almas de los difuntos presentes.
En un significativo estudio de Michel Zimmermann sobre las actas de consagración de iglesias en la Cataluña de los siglos IX al XII, con la constitución de las parroquias, señala como luego veremos con Vauchez, la práctica habitual de que un obispo consagre en pocas jornadas varias iglesias. “El conocimiento de los cementerios medievales ha sido profundamente renovado en los últimos decenios. Desde los años cincuenta, los arqueólogos habían demostrado que las necrópolis en pleno campo habían sido abandonadas hacia el siglo VII o VIII; se había deducido que habían sido reemplazadas por cementerios rodeando las iglesias. La hipótesis ha sido recientemente puesta en cuestión, a la vista de excavaciones que han revelado la frecuencia de inhumaciones aisladas o por pequeños grupos en la proximidad de las casas: la época carolingia habría así constituido un periodo transitorio, en el curso del cual no se inhumaba más en las necrópolis paganas, pero tampoco se agrupaba necesariamente aún los difuntos en torno a la iglesia (según Zadora-Rio, cuyo trabajo también veremos luego). Una relectura atenta de los textos ha mostrado por otra parte que no se encuentra rastro alguno de consagración de cementerios antes del siglo X…E.Zadora-Rio deduce que el cementerio cristiano está aún en vías de elaboración en los siglos XI y XII”.

(Seguimos en la segunda parte)



Comentarios

  1. En un amplio estudio titulado “la Pieté populaire au Moyen Age” de Etienne Delaruelle (1975) se detiene en la pag.95 en “La muerte del cristiano y la Reforma Gregoriana”:
    “La Reforma Gregoriana, como se sabe, no fue solamente una reforma moral ni una reforma de las instituciones y las estructuras de la Iglesia; también causa o consecuencia, asociada a toda una renovación de las viejas mentalidades. Una verdadera revolución se produjo entonces en la ética de la muerte, de la que se diría casi cambia la cara y en ritual de los funerales.
    Evolución litúrica. Los historiadores de la liturgia han señalado el contraste que hay entre los funerales de los primeros tiempos y los del siglo XI. En la antigüedad cristiana, la preocupación de la Iglesia es primero rezar por los muertos porque su salvación es incierta. Esta oración es llamada humildemente commendatio, en el sentido de secretos y renovados juicios de Dios. Se diría incluso a veces que el difunto deberá esper al Juicio Final para determinar sobre esa salvación difícil. (Aún en el siglo XV se creerá en el pueblo a las “almas pobres” que erran por los cementerios y aparecen en una situación intermedia entre la vida y la muerte). ¡En algunos textos no se ve que se haya llamado para asegurar la salvación del moribundo a la confesión y a la extremaunción¡. En el siglo XI al contrario la Iglesia jerárquica usa de su autoridad soberana para garantizar a los difuntos la vida eterna. Ella absuelve solamente los cadáveres como si pudiera ejercer su poder divino más allá de la muerte…
    Es entonces cuando sin duda los fieles están tan vivamente preocupados de “hacer elección de sepultura” para asegurarse un sitio en el cementerio con más indulgencias; entonces también han tratado de hacerse enterrar entre los monjes en un tiempo en el que vestir el hábito aseguraba la salvación.
    Son evidentemente los curas quienes disponen de todos los tesoros de la Iglesia. En la época anterior los laicos podían aún oir en confesión y dar un equivalente de la comunión. En un tiempo en el que se organizan las “reservas” pontificales, los curas se reservan ahora la función prestigiosa, entre todas la de abrir la puerta del cielo: Nacen las indulgencias.”

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