LES ORDALIES


Pudiéramos parecer reiterativos en este tema, pero a raíz de la última propuesta publicada sobre Bois-Sainte-Marie, que había sido precedida por otras también alusivas a las ordalías francesas, hemos intentado encontrar citas a esta variedad judicial en esos reinos francos y en la búsqueda hemos acabado –siempre dispersos, ya lo siento- en ordalías bíblicas, como las  que padeció Moisés. Veamos las notas.
Capitel de S.Juan de la Peña con Habacuc transportado por un ángel

Apuntábamos en la entrada anterior la frecuencia de la figura de Daniel junto a escenas que entendemos son de ordalías y no de “lucha del bien contra el mal”, a nuesto entender, recurso habitual. En Febrero de 2017 (concretamente el 25 de Febrero) hablábamos en este blog de “Justicia mezquina” donde se menciona un capitel casi perdido pero que conserva claramente a Habacuc, por lo que es claro que mostraba el episodio de Daniel 14 en la iglesia vieja de San Juan de la Peña, razonablemente relacionado con las ceremonias de ordalías que se realizaban allí en virtud de su fuero.
Detalle de Habacuc sostenido por el cabello por el ángel, portando puchero y pan en S,Juan de la Peña (Huesca)

Quería añadir respecto al combate judicial de Bois-Sainte-Marie, tan sólo a título de curiosidad, un comentario que nos sugiere el aspecto del contendiente de la izquierda en la lucha con escudos del capitel que nombramos como “combate noble” frente a los villanos, que lo hacen a mano.
Bois-Sainte-Marie ¿un obispo?

A primera vista, parece que se ha insistido en distinguir ambos luchadores por dejar a uno sin casco, a la derecha (no es turbante, como bien observa Angheben) y al otro protegido por un casco que inevitablemente nos recuerda a una mitra. Pero un obispo luchando en una ordalía, aunque no fuera por el honor de una dama sino por defender una propiedad monástica, es algo inusitado. Eso se delegaba en un “campeón” como cuentan las crónicas que hizo el abad de Piasca.
Sin embargo, disponemos de un interesante estudio titulado “La pratique du duel judiciaire au XIe.siécle, à partir de quelques notices de l’abbaye Saint-Aubin d’Angers” de Mr. Bruno Lemesle, (persée año 2000)  que merece la pena ser revisado, en el que son clérigos e incluso abades quienes toman las armas con tan noble propósito, seguros de que Dios iba a apoyar su derecho aún a pesar de su poca pericia, contando siempre que la presión social iba a derivar en evitar finalmente el enfrentamiento físico.
Comienza así: “Se sabe que en la Edad Media central, cuando un conflicto se llevaba ante una corte judicial, su resolución podía conllevar necesariamente una prueba judicial (una lex). Existían tres: el juramento, el duelo y la ordalía. Dejemos la primera aparte por el momento, porque es la elección de una y otra del resto por la que me gustaría interesarme. Un documento bien conocido de los especialista ha permitido estimar que la ordalía era la  prueba por excelencia de los monjes mientras que el duelo era el de los laicos”.
El relato habla de la prueba a la que hubo de someterse el abad de Saint-Aubin de Angers en 1056 para no perder la propiedad a manos del vizconde de Thouars.
Thierry el abad, “se anuncia listo a hacer llevar por su hombre el hierro candente, según la costumbre de los monjes, o bien defender el derecho de la abadia mediante el escudo y el baston según la de los hombres del siglo”.
Ante esa determinación, los cercanos al vizconde le piden calma y que reflexione que puede perder su alma, pues elije la segunda alternativa. Alguien puede morir y no precisamente quien sabe usar las armas. Y además, es el aniversario de la muerte de su padre, mal presagio. En última instancia, renuncia y toda la familia es acogida en la comunidad monástica. Y se recoge en un documento.
No se dice –explica Mr.Lemesle- que el duelo fuera asunto de laicos y la ordalía de gente de la Iglesia, porque el abad acepta implícitamente la eventualidad del duelo.
Prosigue el análisis del hecho, deduciendo que “no solamente los establecimiento religiosos del siglo XI recurrían al duelo, sino que es el objeto de una sacralización, si bien es cierto que es evitado con frecuencia”. Recordamos que en entradas anteriores hemos comentado cómo a esas ceremonias se las denominaba “sacramentos”. Y añade más tarde: “si la figura dominante es la de los duelos entre partes laicas y partes religiosas, encontramos también casos internos en el mundo eclesiástico”.
Ordalia del agua fria

Cita otro caso entre laicos a principios del XII en el que el duelo decide quién dice la verdad en una disputa familiar. Por el contrario –sigue- “son dos establecimientos religiosos, las abadías de Saint-Aubin y de Saint-Serge que se enfrenta en un combate a través de sus campeones respectivos en 1084. Sabemos solamente que dos “sapientes viri” deciden la resolución por la prueba del duelo. La existencia de un duelo judicial entre dos abades testimonia indudablemente que la elección de la naturaleza de la prueba no se ligaba al carácter laico o eclesiástico de las partes: una situación que no es propia en la región de Anjou. (Y cita un proceso de 1098 por la propiedad de las marismas entre las tres abadías de Marmoutier de Tours, Saint-Croix de Talmont y Sante-Marie d’Angles que solo pudo resolverse por el duelo judicial).
Otro caso: entre 1082 y 1106, en ocasión de una denuncia, una mujer testifica en favor de la abadía de Saint-Aubin. Como ella tenía un testigo contradictorio, los monjes han tomado la iniciativa de proponer el duelo contra ella y sus hijos. Y estudia luego la jurisdicción para este tipo de pruebas, que es lo que proponemos respeto a Bois-Sainte-Marie.
Otra prueba más contemporánea de ésta: En pleno periodo, esta vez de resistencia en el seno de la Iglesia al uso del duelo y la ordalía, entre 1165 y 1189, los monjes del priorato de Gouis pretenden hacer respetar sus derechos sobre los feudos que tienen de Godofredo de Auvers, entre los que figuran los duelos al término de una lista de derechos consuetudinarios. No hay que olvidar que estas ceremonias movían mucho dinero, y así Roberto el Piadoso “da el duelo” a la abadía de Saint-Denis. Por ello comenta que “en el siglo XI ninguna forma de reticencia se manifiesta respecto al duelo judicial, ni por los monjes ni por los clérigos, visto desde el punto de vista práctico”.
Más adelante, tras narrar la ordalía de la reina Teutberga que ya hemos narrado en este blog, el autor señala que “en 1080 el sínodo de Lillebone, organizado por Guillermo el Conquistador –ya hemos visto una ordalía en el Tapiz de Bayeux- con los obispos y los grandes de Normandía, decreta que los clérigos podrían combatir en un duelo judicial a condición de haber obtenido la autorización del obispo. De hecho, alternaban acogerse a jurisdicción laica o eclesiástica según les interesara. Burcardo de Worms y luego Yves de Chartres mantenían esa distinción, dejando la eclesiástica reservado al duelo en caso de haber fracasado los otros medios de prueba.
Según el texto del Tapiz de Bayeux, Harold hace un "sacramentum", es decir, jura poniendo sus manos sobre reliquias de santos
Como ya hemos contado, los duelos sólo se acometían tras la toma del juramento en la iglesia sobre las reliquias de los santos, ya que la seriedad y gravedad del juramento, con las duras advertencias clericales sobre el perjurio (caer fulminado al jurar en falso, cortarle la mano derecha, etc), a veces disuadían de seguir adelante o se exigían cojuradores.
“La santidad del lugar –sigue Lemesle- ha funcionado. Varios textos a partir del siglo XI describen cómo se vela las armas de los combatientes acompañado de un regalo a la iglesia, de la bendición por el cura a los combatientes y sus armas (escudo y bastón). Antes de comenzar el combate, se intentaba una última vez la reconciliación por cada parte, prestando juramento sobre las reliquias.”
En estas disputas conventuales, relata el autor un famoso milagro nada menos que de San Benito: como los monjes de San Benito y los de San Denis no logran resolver un conflicto, decidieron apelar al duelo judicial. Pero un “legis doctor” llamado “Bestiale” (suponemos que apodo por su apariencia) nombrado por un tercero, sabiendo todos que era más próximo a San Denis y “munere corruptus” propone un compromiso, que es partir por la mitad. Al santo no le gusta ese plan y deja mudo al Bestiale quien durante un mes se expresa a cabezazos hasta su curación. Implícitamente San Benito prefería el duelo.


Precisamente el conde de Anjou protagoniza un episodio ordálico en el libro de Dominique Barthélemy (autor que ya ha aparecido en otras entradas de este blog en 2017) “Caballeros y milagros: Violencia y sacralidad en la sociedad feudal” del que tomamos algunos apuntes.
En su capítulo 5, “El buen uso de los juicios de Dios”, comenta que “la burguesía urbana, a través del derecho de los mercaderes del siglo XII es abolicionista de la ordalía, pero no le repugna tanto el juramento o el duelo que protegen o exaltan su dignidad social ni tampoco la penitencia pública que solo le maltrata en apariencia”.
Entre 1060 y 1120 y más a partir de 1100 la reforma gregoriana se pone en evidencia. Se celebran grandes ordalías de santidad en la Galia y otros lugares en favor de los defensores de la reforma, pero en torno a 1100 el clima cambia; una generación de clérigos mejor preparados toma las riendas, tiende a reconstruir con la indulgencia y el compromiso la unidad del clero y a descalificar al “pueblo”, nobles incluidos, cuando se trata de asuntos de la Iglesia, por ejemplo, la elección de los obispos ya queda reservada a canónigos de élite.
Yves de Chartres (1090-1115) es ejemplo de ello, que solo acepta el recurso a la ordalía en casos límites.
Anjou y el país del Loira son más proclives a usar pruebas judiciales más que en otros lugares.
El procedimiento romano-canónico tiende a sustituir ordalías y duelos bajo el influjo de la reforma gregoriana por la ilustración del señorío de la Iglesia.
Las ordalías se usaron para reprimir a los herejes pero iban a ser denostadas en el IV Concilio de Letrán en 1215. El duelo, sin embargo, “tendrá una vejez más prolongada porque se encuentra menos a merced de los clérigos y más cercano al honor de los caballeros”.
“Otras regiones de la Francia feudal muestra que en Cataluña y Provenza en siglo XI hablan de juicios por hierro candente y el agua fría (este último conservado en la legislación de la Tregua de Dios). ¿Qué podemos decir de los cluniacenses y la ordalía? ¿Parece aumentar aquí más que en otros lugares?”
Resulta difícil responder cuando la documentación anterior a 1100 es generalmente escasa…Pero en Anjou se practica.
La expresión juicio de Dios no se aplicaba al duelo sino solo a la ordalía, aunque se usaban eufemismos: batalla, juicio de hierro, iudicium legis…
“Se usaba un discurso de venganza y luego se contrastaba con una conducta de prudencia; es la ausencia de la ordalia y no su ritual lo que establece la paz”.
Durante la segunda mitad del siglo XI las noticias presentan explícitamente a la ordalia como primera opción de los eclesiásticos en numerosas ocasiones con preferencia sobre el duelo que cuenta con el favor de los caballeros. Se registra un pleito en 1080 sobre derechos de pasto de cerdos en Saumur.
La ordalía muestra un carácter judicial y proletario más intenso que el duelo. Al ser la ordalía el preferido por los clérigos, aparece mejor documentada.
San Benito intervino de nuevo para contrarrestar una ordalía favorable a los contrarios, otros eclesiásticos, de sus monjes de Fleury. Después de la prueba, provoca una diarrea a su representante. Hay monjes que rechazan el juicio de Dios cuando no les resulta favorable.
Otro texto de Barthélemy que aporta datos es “El año Mil y la Paz de Dios: la Iglesia y la sociedad feudal” que ya hemos traído antes.
Un proceso comenzaba por la argumentación, el testimonio de la gente y las cosas se quedaban a menudo ahí; se regulaban mediante la razón. A falta de este tipo de regulación en primera instancia, se pasaba a las “pruebas administrativas” o como se decía entonces, a la prueba decisiva llamada “ley”. Existían tres leyes: la primera era el juramento, acto grave y solemne en el que el posible perjuro se exponía a la desgracia, a una venganza divina diferida, a un juicio de Dios del que no se sabe de antemano ni día ni hora pero que mucha gente sabía reconocer como tal.  Se cita aquí a lo narrado en el Tapiz de Bayeux: Dios vengó la traición de un juramento de Harald en Guillermo. En tiempos de Gregorio de Tours (finales del VI) el juramento jugaba un papel importante. Había confrontaciones dramáticas ante las tumbas de los santos entre el acusador y el acusado y se nos cuenta cómo a veces el perjuro era revelado in situ por un milagro…Pero…el perjurio era demasiado grave y estaba demasiado extendido  y quizás milagros y exorcismos empezaban a fallar. Por eso en el 816 y 817 se quiso imponer sanciones mas directas, pruebas más duras y más disuasorias que el juramento: leyes plenamente aparentes para comprobarlo: ordalías mediante el hierro y el fuego por un lado y el duelo judicial por otro. Ambos juicios de Dios programados…las pruebas mediante el hierro y el fuego eran mucho más cristianas, se desarrollaban en santuarios, no podían prescindir de un sacerdote que bendiga los instrumentos y que exorcize tanto al torturado como a los instrumentos, según una liturgia elaborada en el siglo IX y cuyas fórmulas estaban difundidas por todas partes. Se hacía referencias a los judíos en el horno, a Daniel en el foso…Siempre con esta insistente presencia de los personajes del A.T. aquí prefigurando al inocente disculpado. “La ordalía fue, pues, una prueba de reelaborado con materiales bíblicos para una época de terrores bíblicos”. Se habla en documentos de mujeres condenadas a ordalías de agua fría en el Ródano o en el Saona”, pero lo que nos interesa resaltar es la relación ordalías-presencia de Daniel en el foso, como vemos.
Muchas de estas notas relativas al uso de las ordalías ya las hemos tratado en entradas anteriores de este foro, especialmente en España. Hemos propuesto que algunas figuras esculpidas en los templos románicos, tanto en portadas como en interiores, pudieran reflejar los episodios inherentes a ellas: boca della veritá, combates judiciales, damas afligidas, transporte de agua para las pruebas, etc. También vimos que aparecen hechos en este sentido desde el Tapiz de Bayeux hasta otros documentos medievales, pero ahora lo que intentamos es mostrar que en la Borgoña francesa era práctica reflejada en su iconografía, quizás como resultado de la campaña abolicionista de los cluniacenses, materializada también, a nuestro parecer, en el Camino y en Frómista y norte de Palencia.
Además de lo apuntado más arriba, tomado de historiadores franceses que se han ocupado de su estudio, vemos finalmente otro trabajo, ahora de Julie Jourdan, titulado “Ordalie, image et sermon après le concile de Latran IV” publicado en “Cahiers de recherches médiévales et humanistes”, en 2012 y que nos puede servir para mostrar la pervivencia aún tras su abolición en dicho concilio de 1215 de ese recurso judicial.
Ordalía de fuego de Moisés en óleo de Giorgione de 1505 eligiendo las brasas (www.wga.hu)
Una buena descripción del lienzo en http://www.theartofpainting.be/AOT-Moses Fire.htm




La autora vincula, como venimos proponiendo, la abolición de las pruebas con la implantación de la reforma gregoriana, pero ésta había comenzado varios decenios antes. Una vez más, desvincula la ordalía, un procedimiento de intervención religiosa –y de ahí el que la Iglesia se apartara de ello- del duelo judicial, que perviviría más allá del siglo XV.
La dimensión antropológica de la ordalía es valorada por Jourdan, resaltando el espectáculo judicial que concitaba a los fieles en los templos, con la expectativa de presenciar un milagro, o como mínimo, ver llevar al límite la tragedia que se desprendía de esas pruebas, siempre precedidas de un juicio y de un intento de avenio
Al leer el estudio y ver que su autora cita tanto la iconografía como las imágenes .(“sin ser abundantes, las ordalías no están ausentes de la iconografía occidental a pesar de la desaparición de sus prácticas”) creímos haber encontrado una referencia a lo que manejamos, pero finalmente su referencia es a códices medievales, que ya hemos usado aquí, pero que servirán para mostrar los que propone, aunque no la escultura.
La investigadora hace tres categorías en función de quien la sufre: la bíblica, la anónima y la simbólica.
Ordalía de Moisés niño en el Salterio de la reina Mary (B.Library)

Las ordalías bíblicas las pasan seres excepcionales, y uno de ellos es Moisés niño, de gran éxito hacia el siglo XV, aunque de origen muy anterior,  narrado por Flavio Josefo. Cuenta cómo Moisés en la corte, jugando con la corona del faraón, se le cae al suelo y se rompe. Un ministro ve el suceso y entiende que se trata de una premonición de que Moisés derribará al monarca. Lo cuenta al faraón y pide que se le ejecute en previsión. Como hay dudas sobre su intencionalidad se decide someterle a un juicio de dios (o de Ra o de Amón, vaya usted a saber). Se le presentan al niño dos platos en los que se ha colocado un anillo de rubíes en uno y brasas ardientes en el otro. Moisés, sin dudar, toma las brasas para llevarlas a su boca. Eso le salva; lo contrario habría decidido su culpabilidad y le habría costado la vida. Pero la quemadura le dejará un daño que finalmente le supondrá no poder ser el portavoz de los judíos (aunque hay quien dice que era tartamudo).Se puede ver, entre otros, en el salterio de la reina Mary fol.23v
Rembrandt tuvo especial interés en la figura de Moisés. Aquí aparece en la ordalía que relatamos

Aparte de considerar el episodio una prefiguración de la Matanza de los Inocentes y de la caída de los ídolos de Egipto (Réau), entre los detalles se destaca el recipiente con los carbones encendidos que tienden al futuro patriarca, similar al gesto de las ordalías. Asimismo el faraón sentado como un juez y que en algunos casos aparezca Moisés desnudo, tal como ocurría en las ordalías medievales, ya que –como dijimos antes- se pretendía evitar cualquier talismán o recurso que impidiera el efecto de la prueba, al tiempo que reafirmaba la pureza del sufridor, permite conectar la narración bíblica con “la actualidad medieval”.
Otro grabado de la ordalía. Abajo el ídolo alude al sueño de Nabucodonosor en el libro de Daniel
Darmstadt manuscript MS 2505 fil.23r. Speculum Humanae Salvationis







Imágenes del Speculum Humanae Salvationes de la Biblioteca de Lyon.

Lyon Rés Inc 1043, f. 364v-365 - Speculum humanae salvationis (Bibliothèque municipale de Lyon, Rés Inc 1043) 









Abrimos aquí un pequeño paréntesis para profundizar en el personaje de Moisés como protagonista de ordalías ante el belicoso pueblo elegido. En un breve artículo titulado “Drinking Golden Bull: the erased ordeal in Exodus 32” de Philippe Guillaume de la Universidad de Berna, analiza ese impresionante suceso bíblico.


Cuando Moisés baja del Sinaí  con las dos Tablas escritas por Dios por ambas caras, para lo que ha estado cuarenta días fuera de la vista de su pueblo, se encuentra que han reunido por sugerencia de Aaron  todo el oro que tenían para hacer el famoso becerro al que adoran. Eso encorajina extraordinariamente a Dios, que precisamente ha dictado esos primeros mandamientos (los segundos son lo que conocemos, bastante diferentes) con un único objetivo: tener la exclusividad de la adoración excluyendo cualquier competencia. Todos los mandamientos giran en torno a su veneración.  De hecho, insiste a Moisés en que, a diferencia de los otros dioses, no tendrá nombre. “Soy el que soy”. Pero no ha terminado, y ya se la están haciendo los judíos.
Rembrandt pintó a Moisés arrojando las Tablas ante la idolatría judía

El patriarca, temiendo la ira divina, quema hasta fundir el ídolo, lo pulveriza y lo mezcla con agua, que hace beber (he aquí la ordalía) a los israelitas. Aquellos a los que esa “ordalía del agua amarga” no haga efecto, serán inocentes, en el sentido de que se han dejado llevar por sus líderes pero no tienen delito.  No se especifica más que una cifra: los tres mil hebreos que son ejecutados por mostrar algún efecto de la ordalía.
La investigación recorre las diferentes lecturas del caso, compara con otra similar en Numeros 5 y se interroga por la razón de que entre esos tres mil ejecutados no esté Aarón, que era quien había accedido a la elevación del ídolo. Incluso hay propuestas en orden de apuntar a que el polvo que beben con el agua proviniera de las Tablas destruidas. El investigador propone que la forma de averiguar a quién afectaba la “toma” constituye un tipo de práctica adivinatoria, lo que conduce a estudiar diversas formas de esa técnica: observar el rocío, la paja en el viento, etc.
Otra ordalía que protagoniza Moisés se describe en Números, 16 tal como cuenta Guillaume, en la que los levitas Coré, Datán y Abirán encabezan una protesta ante Moisés y Aaron que resuelve el mismo Dios rechazando el incienso del grupo rebelde, al que fulmina haciendo que se les trague la tierra con sus familias y seguidores (250) y luego otros 14700, que el Señor no escatima en esas cosas. Termina el estudio con la “cara radiante” (y los cuernos) de Moisés, como muestra de inocencia en esos avatares, pues al parecer también los salvados de la matanza del Becerro mostraban esa luz facial. (Carolingian Bible illustrators).
Retomando el libro anterior de Julie Jourdan cita también la conocida ordalía del agua amarga sufrida por María  y José que ya hemos comentado aquí, para probar la concepción inmaculada de la Virgen, una modalidad llamada “iudicium zelotypiae”.
Y terminamos el estudio: se utiliza la ordalía como iconografía de la justicia. Las ordalías son utlizadas en los discursos de los predicadores para poner en escena el perjuro o más genéricamente la mentira, enfocando los milagros para desvelar esos delitos.
Quizás eso es lo que aparece esculpido en los capiteles de Bois-Sainte-Marie y otros templos con escenas de hombres batallando a mano o con escudo y bastón.

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