PORTADAS Y CRISMONES APOTROPAICOS

 

Más allá de lo que los académicos interpretan sobre la presencia de los crismones en las portadas y en los muros de las iglesias como recordatorios de la solemne ceremonia de la consagración, que se conmemoraba y renovaba anualmente, proponemos que su permanencia tenía un marcado sentido apotropaico, bien visible para dotar de protección atemporal a los edificios donde aparecen. De ahí que el crismón se inscriba también en lápidas y sarcófagos (el de doña Sancha, por ejemplo) con la finalidad de dar protección contra el maligno a su contenido. Algunos justifican el signo con la idea de mostrar que allí había reliquias, cuando nadie proponía la presunta santidad del inquilino, en este caso la condesa aragonesa y en los de San Juan de la Peña simplemente abades y nobles, pero no santos.


Lauda-crismón de S.Juan de la Peña con atlantes con bullas sujetando la arquivolta de taqueado jaqués


Grabada de un reciente ciclo de conferencias organizado por el Museo Diocesano de Barbastro-Monzón, podemos disfrutar en youtube de una de ellas impartida por el que es probablemente el mejor epigrafista medieval actual: el profesor Vincent Debiais. Su título: “Puertas románicas y puertas del cielo”. No recordamos que en ningún momento mencione el carácter apotropaico de los elementos que expone, asi que nos vamos a permitir verlos en ese sentido.

https://www.youtube.com/watch?v=YivzxbwszCA

Inicia su estudio con la valiosa inscripción añadida al arco mozárabe que comunica el claustro de San Juan de la Peña (Huesca) con la iglesia primitiva. Aparece en él una inscripción alusiva al cumplimiento de los Mandamientos para emprender el camino de salvación, es decir, puerta del cielo. 

Puerta mozárabe con inscripción en S.Juan de la Peña (Arteguias.com)


Ese paso hacia el interior desde el claustro nos hace recordar que pocos metros más adentro, en la iglesia vieja, un capitel frente al altar muestra un resto de Habacuck, que sugiere que allí se celebraran juicios de Dios en presencia del profeta Daniel, como venimos defendiendo. Las magníficas fotos de Omedes en su web románico aragonés nos lo ilustra.

Fuera del tímpano levantan el telón unas figuras apotropaicas en Conques (wikipedia)



Pero veamos los ejemplos que cita el experto francés, como Santa Fe de Conques, que ya ha llamado la atención desde su portada, con aquel monumental juicio en cuyo límite aparecen unos diminutos personajes levantando el telón ¿para qué? Están fuera de la escena, pero insisten en dejarse ver como diablerías que espían el imponente y teatral juicio.

Detalle de los fisgones sobre la arquivolta exterior de la fachada de Santa Fé de Conques (wikipedia)

 No hace falta esforzarse mucho para deducir que pudieran haber inspirado los estrafalarios personajes que irrumpen luego en las arquivoltas de Leire y Echano. Lo veremos próximamente. La finalidad de su presencia “obs-cena” (fuera de la escena del Juicio Final) tiene la misión de atraer la mirada de aojadores y espíritus inmundos para que no dañen con su mal de ojo las figuras sagradas del tímpano. Al menos en Conques han guardado las formas y no enseñan sus cuerpos pecadores, sólo su curiosidad malsana.

En su exposición, el profesor Debiais remarca un sorprendente alfabeto inscrito con una letra en cada sillar de la arquivolta de una ventana del transepto de Chauvigny, imposible de ver desde donde caminan los humanos. ¿Para qué se puso allí?

Alfabeto inscrito sobre la arquivolta de la ventana del transepto de Chauvigny (Charente) (Patrimoine)


Resuelve brillantemente la incógnita haciendo referencia a las ceremonias de consagración de las iglesias, impresionantes y memorables exorcismos, ya que en esa liturgia,  sobre el suelo de los templos (de todos) se trazaba una cruz en forma de aspa en diagonal ocupando todo el espacio sagrado para alejar al diablo de su acoso. Aquello se declaraba tierra sagrada, se ungía con óleos y se repetían por tres veces las palabras y ceremonias adecuadas. Estaban marcando el límite de lo sagrado, lo mismo que la ventana. Asimismo cita otro templo en el que una inscripción recorre sus muros por más de 25 metros, que envuelve todo el edificio: protección.

Podríamos intuir que con la misma intención apotropaica, las figuras obscenas de los modillones intrigaban y atraían la mirada, sorprendiendo a los curiosos malos espíritus, de la misma manera pero “más espiritual” que los crismones y  cruces trazadas junto con frases a veces ininteligibles en muros y suelos (y ventanas) sorprendían y atraían la insaciable curiosidad de los demonios que pretendían siempre resolver las incógnitas que se les escapaba a los mortales.

Detalle del trazo diagonal con alfabetos con carácter apotropaico 

             (Angers, Bibliothèque municipale 477 (461), folio 9 r°, cop. CNRS/IRHT, base Enluminures)  

     En San Pe de Bigorre se alcanza el límite del valor apotropaico con la inscripción que bordea el tímpano, que termina con la frase “vade maligne retro”, que no puede ser más determinante: se ordena al diablo que retroceda.

Tímpano de S.Pé de Bigorre con la inscripción del "vade retro Satanas" (Patrimoines.La region)

Una de las consultas que le hacen al Dr. Debiais gira en torno a las imágenes esculpidas con efecto especular. De ese tema hemos hablado también en “El sexo protector”, porque según los historiadores como Christa Sütterlin, Michael Camille, Ruth Mellinkoff, Christina Weising y muchos otros….. una de las maneras de atraer la atención de los diablos acechadores de los templos es el efecto espejo, de modo que muchas veces lo que vemos esculpido en un canecillo es la misma imagen del diablo, que se desactivará al verse a sí mismo en los mágenes de la iglesia. Es lo que el experto denomina “hermetismo voluntario”.

A nuestro modesto parecer ese alfabeto de la ventana de Chauvigny es una inscripción apotropaica, sin significado religioso, pero sí un poderoso objeto para atraer la atención de los diablos e íncubos que asediaban los templos, y las ventanas eran –junto con los aleros- los lugares más indefensos. De ahí que se multiplicaran en ellos los capiteles y canecillos obscenos. Distraer de sus aviesas intenciones a un diablo mediante una “adivinanza”, algo que llamara su atención y debiera resolverlo, como hacerle contar los innumerables pelos de una flor de cardo, seguir un laberinto inscrito, o resolver un alquerque era una forma de protección. Por eso, con mucho sentido, el profesor Debiais responde a una duda sobre el analfabetismo de los usuarios del templo, que no entenderían lo escrito, aclarando que lo importante era escribir el mensaje, no que lo leyeran los usuarios; por eso no importaba que en una ventana alta no fuera visible, lo mismo que una inscripción en una lauda bajo tierra tampoco tenía lectores…humanos. Como ya hemos desarrollado en El Sexo protector, incluso que no se supiera el significado de las inscripciones, por ejemplo, las que se llevaban en las bullas al cuello o en cintas en extremidades o sobre el vientre de las embarazadas (mujeres-en-cinta) aportaba mayor valor cuanto más inescrutable era el mensaje porque el elemento de intriga incitaba más a los diablos a distraerse. Cuanto más indescifrable era lo escrito, más intriga y por tanto, mayor protección. Abracadabra. El mecanismo aún funciona: nos atrae más un lema escrito en inglés en una camiseta que si está en castellano: tratamos de “resolver” el enigma. Y eso que no somos diablos.

Trazado por el obispo de la cruz de consagración con el ´baculo sobre las cenizas que esparce el diácono. Sobre las cruces de los muros se han puesto las doce velas de la liturgia


(se puede encontrar en un libro en internet : 

Histoire générale des cérémonies, moeurs et coutumes religieuses de tous les peuples du monde...)


Entendemos modestamente que el alfabetum inscrito en esa ventana no tiene relación con la consagración del templo y si un sentido apotropaico. Podemos deducir que la cruz trazada sobre el suelo del templo en la que el obispo escribía el alfabeto en latín y en griego era una clara ceremonia de exorcismo englobada en el conjunto de ritos para la consagración: encendido de las doce velas, rociar con agua bendita, tollenda portas, etc. Es decir, el exorcismo era una parte de la consagración; por eso en la ventana se inscribía ese exorcismo, independiente de que algo similar se hiciera en el rito de consagración.

Para seguir con la confe del Dr. Debiais, nos remite al artículo de Peter Scott Brown “The Chrismon and the Liturgy of Dedication in Romanesque Sculpture”, y que ya de entrada nos conduce a algo que queríamos evitar para no sufrir el bullying de los amigos: el carácter apotropaico (espero que no siempre) del símbolo tan frecuente en los templos románicos: el crismón.

La conferencia del Dr. Debiais se centra en la génesis y la ubicación de los numerosos crismones que aparecen en puertas, pasos e interior de muchos templos románicos. Vinculados a las cruces de consagración, como las que aparecen diseminadas en los muros de Santiago, en sus modalidades, pensamos que no pueden ser solo testimonios y recuerdos de la inauguración y bendición del templo, sino que han tenido una utilidad diaria y permanente allá donde las vemos inscritas. Marcando el límite de lo sagrado, se indica al mal y al diablo que su presencia no es aceptada. A fin de cuentas, podríamos aventurar- pidiendo perdón por el sacrilegio- que el crismón cumplía una función apotropaica con ayuda de la cruz y los signos de Cristo mientras que los elementos obscenos cumplían la misma misión pero sin apelar a la ayuda divina, sino a lo que temía el mismo diablo: a la vida y la genitalidad puesto que se esculpían para negar al diablo los difuntos allí enterrados.


Cruz de consagración de Santiago (foto Dartorius para wiki)



Durante siglos convivieron ambos signos, quizás dentro de lo que los estudiosos llaman cultura por un lado y vulgaridad por el otro, pero que ambas partes, usuarios y promotores, respetaban por su utilidad. Un ejemplo manifiesto supone la capilla de San Juan Bautista de Grandson en Suiza, cuyos capiteles son absolutamente apotropaicos y están en el interior del templo. Apenas hay exhibición sexual pero los gestos son un repertorio completo de signos apotropaicos. Casualidad que el destino rematara el significado al convertirse la iglesia al rito protestante, marcadamente anicónico, por lo que hoy carece de cualquier culto, pero sigue llamando la atención del estudioso, como nuestra fotógrafa Violaine Büchler

Espinario famoso de Grandson por la curva de su espalda y por su falo borrado


Personajes haciendo gestos apotropaicos y mostrando sexo en Grandons(fotos Violaine Büchler)


El uso de protectores apotropaicos que vemos figurando en los aleros de las iglesias románicas (y en las gárgolas de las góticas) viene de la más remota antigüedad, como nos explican los antropólogos. En un interesante trabajo, Raul Carreño-Collatupa en la revista de Folklore de la Fundación Joaquin Diaz, nos demuestra que esa “superstición” acompañó a los conquistadores en América.
 

https://funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?ID=4513

Trataremos de resumir el denso artículo de Peter Scott Brown, al que se refiere el doctor Debiais, que considera al crismón la obra cumbre de la ceremonia de consagración, y el de Jaca el más estudiado.  Por supuesto, ninguna de las posibles finalidades de su uso (límite fronterizo con musulmanes, refrendo de la reforma gregoriana, función funeraria, etc.) pasa por el valor apotropaico. Los historiadores cuando se ven obligados a aceptar un sentido apotropaico en alguna figura lo hacen de manera marginal, casi a desgana. Vienen a decir: esa onanista o esa exhibicionista puede que sean apotropaicos…pero son los pecados que no deben cometer los fieles. Una vela al dios de lo académicamente correcto y otra al diablo de la visión antropológica.

 El autor indica que el uso del crismón se implantó cientos de años antes, en la era merovingia rememorando el signo de Constantino en el año 312: “con este signo vencerás”. La inclusión de las palabras Pax, Rex, Lex y Lux son estudiadas por el autor, que también contempla el significado: Trinidad, lo que se denomina “crismones parlantes”.

Señala que el trabajo de Dulce Ocón propone su uso inspirado en la introducción del rito romano en España como símbolo de la reforma, bajo el rey Sancho.

Pero Scott Brown insiste en el papel crucial del crismón en la liturgia de dedicación, dando “forma durable a las efímeras palabras y gestos de bendición y unción del obispo en los lugares bendecidos por él, en la puerta y el altar. Sin embargo, la aparición del signo en sepulturas “ejerció una función santificadora similar al poder de la liturgia de dedicación, como repositorio de reliquias”. No vemos especial diferencia en la fórmula de usar como apotropaico el crismón allá donde se mostrara. 

Crismón de Doña Sancha (Foto Francisco de Asis García . ficha ucm
base de datos de iconogafia medieval)



El crismón es la marca, la impresión de esa liturgia, asociado al “abecedarium”, un rito para bendecir el pavimento del templo. Una vez marcado el límite, lo que quedaba fuera no era sagrado. Fuera del templo, el portal era bendecido, trazado y consagrado por el obispo, con la ceremonia del “Tolenda portas”, en la que golpeaba tres veces con la cruz sobre el dintel. El abecedarium se escribía el latin y en griego. Antes de procesionar al interior a depositar las reliquias y consagrar el altar, el obispo ungía la puerta. Las inscripciones en algunos crismones relativas a la ceremonia las significa como elementos de memoria, pero no desactiva el poder apotropaico de su imagen, que promueve la paz y alaba la Trinidad. En el pontifical de Narbona antes de hacer el signo alfa sobre el dintel, el obispo debe rezar por “el vuelo de los demonios y la entrada del ángel de la paz”.

Scott Brown comenta que la inclusión junto al crismón de la manus Dei, como vemos en Irache, cumplía la misma misión de señalar el lugar de consagración. Más nos sorprende –seguro que debido a nuestra ignorancia- que el Agnus Dei que también aparece junto al crismón alude al pasaje bíblico en el que los hebreos marcaron los dinteles de las puertas con la sangre del cordero sacrificado para evitar que, como los primogénitos egipcios, fueran muertos por el angel exterminador. Ver Aguilar de Codés (Navarra), “se refiere  una apotropaica idea de que la dedicación no solo consagraba sino también protegía la iglesia”, de la entrada del ángel exterminador. “Como estos ejemplos sugieren, el crismón y otros signos santificantes de la bendición del portal en la liturgia de dedicación tenían una función común de guardar del mal de ojo integral a la articulación del dentro/fuera, sagrado/profano y bueno/mal binarios que caracterizan el concepto medieval de la puerta de la iglesia”. “La liturgia de dedicación no explica, por supuesto, la total significancia o función del crismón. El rito de dedicación fue enaltecido y recordado anualmente".

Crismón con Manus Dei en Irache (Navarra)


El artículo entra en comparar y demostrar que siendo único el de Jaca, los otros crismones no son buenas copias y tras su largo estudio, parece desprenderse lo que ya hemos comentado con alguna iconografía: que en su imitación produce la degradación del mensaje original. La portada de Artaiz, sin embargo, mantiene el mensaje de los leones del tímpano de Jaca.

“La liturgia de dedicación no explica, por supuesto, el total significado o función del Crismón en el románico”, matiza. Se conmemoraba anualmente, con el fin de mantener viva la utilidad del signo, que era preservar el templo de la acción del Maligno, a nuestro entender. “Evoca la puerta de la iglesia como espacio de confrontación entre el bien y el mal”, insiste el autor. También estudia la figura del “imperio de la muerte” del crismón de Jaca, que es aplastado por el “león poderoso”, a nuestra derecha, al que identifica no como un oso que algunos creíamos, sino como un “leontophonos”, que nos parece un mítico león-oso propiedad de un pagano ilustre y poderoso: Alejandro Magno.

Tímpano de Jaca (Dirocris en la wiki)



Termina el estudio sugiriendo que “el crismón no era solo destacado físicamente durante la liturgia de consagración, sino también en ocasiones tocado y abrazado en las ceremonias de otros ritos. En el litúrgicamente complejo espacio del portal, el crismón tuvo más de un significado”. Veremos ahora en otros trabajos la íntima relación de la dedicación de la iglesia con la ceremonia del bautismo. Ambas con sentido claramente apotropaico, para expulsar los demonios del edificio en uno y del catecúmeno en otro.

Salta a la vista que la abundancia de crismones en sepulturas y sarcófagos no está relacionado con ceremonias de consagración, ya que aparece en las lápidas del complejo funerario de San Juan de la Peña (foto) y en el mismo sarcófago de Doña Sancha, que no creo que nadie considere parte del edificio eclesial (foto) por lo que su inclusión ha de ser por su capacidad apotropaica, para proteger los difuntos enterrados allí con un potente símbolo cristiano.

En la web de Omedes, “Románico aragonés” hay una completa colección de crismones aragoneses.

A este propósito no nos resistimos a remitir a una foto de Omedes, de un fragmento de una estela funeraria en la iglesia navarra de Catalain, que para proteger doblemente al difunto, tiene grabada una cruz...cuyo trazo es el recorrido de un laberinto que lo completa. Totalmente apotropaico



http://www.arquivoltas.com/6-Navarra/Catalain2.htm
(foto 9)

El estudio de Pascual Gallart, de la Universidad de Valencia.

Entre la abundante literatura sobre la dedicación de las iglesias en la Edad Media, figura el artículo “El ritual de la dedicación de la iglesia en los pontificales medievales y su ciclo icónico” (Imago nº 5 de 2013). El autor sigue a Palazzo, el gran especialista de la Universidad de Poitiers, y ponente en algunos cursos de la Fundación que nos acoge. Un privilegio asistir a sus conferencias.

Cuenta Gallart cómo la ceremonia comenzaba por dar tres vueltas en torno al templo, siempre presidida por el obispo seguido de clérigos y el pueblo, llevando las reliquias que iban a ser colocadas en el altar. De los tres elementos para la consagración: la misa, colocar las reliquias y  rociar con agua bendita, esto último se practicaba cuando un templo pagano era reconvertido. En el ritual del Missale Francorum, el obispo asperja el altar siete veces con la mezcla de agua y vino y después quema incienso sobre él, rito inspirado en la ceremonia practicada por Moisés (ex.29, 12-18 y Lev. 8.11).

Pero lo que queremos resaltar son los ritos apotropaicos y especialmente el citado por Debiais relativo al alfabetum.  Así, Gallart Pineda cita el Ordo 45, que indica que el obispo tras ser autorizado por el diácono a pasar a la iglesia, traza con su báculo las letras del alfabeto en el suelo, según costumbre irlandesa y a la mezcla de vino y agua añade también sal y ceniza, todo con su simbología. También aparece la fórmula de la bendición de la primera piedra.

“En los muros interiores del templo se pintaban doce cruces rojas (alusivas a las doce tribus) sobre las que se colocaban doce velas (alusivas a los doce apóstoles). Llegado este punto, todos salían, quedando en el interior únicamente un diácono”. Las tres veces que llamaba el obispo a la puerta (tolenda portam) aludían al poder de Cristo en el cielo, en la tierra y en el infierno.

Escritura del doble alfabeto en el pavimento de la iglesia

Tras pintar o tocar el crismón como señal de la cruz, derramaba en el pavimento una mezcla de ceniza y arena en forma de X, sobre la que escribía con su báculo el doble alfabeto griego y latino. Nosotros pensamos que el alfabeto inscrito en la ventana de Chauvigny, modelo muy poco frecuente, tenía directamente una función apotropaica (es una ventana que carece de capiteles, y por tanto, sin protección) inspirada en la acción protectora de ese gesto en el suelo del templo, pero nada habitual en otras consagraciones.  De lo contrario, lo veríamos con mucha frecuencia y esa ventana parece única.

Crismón en S.Isidoro de León


La triple aspersión del edificio –sigue Gallart- rememoraba las tres inmersiones del catécumeno en la piscina bautismal, ya que como decimos, toda la ceremonia seguía el sentido del bautismo. El pueblo asistente no veía la colocación de las reliquias en el altar porque se extendía un velo previamente, que también se utilizaba en la consagración durante la misa. Sobre el altar se ponían cinco cruces ungidas por óleos santos, evocando las llagas de Cristo. Sobre esas cruces se encendían incienso. Luego se ungían las doce cruces rojas pintadas en muros y columnas. Muchas de ellas las vemos aún. En algún grabado se observa que sobre esas cruces se colocaban alcayatas para colgar velas que permanecían encendidas durante toda la ceremonia; alusión al Espíritu Santo sobre los Apóstoles. “Si la lustración del edificio con agua gregoriana significaba el bautismo del nuevo templo, las unciones simbolizaban su confirmación”. Según Roch (2007) era un espectáculo anagógico multisensorial, pues participaban todos los sentidos: la vista con el ritual, procesiones y gestos, vestidos e instrumentos. El tacto, mediante las unciones y los óleos, el olfato por el crisma y los incensarios, y el oído con las oraciones y cánticos.

“Las doce cruces tenían como misión ahuyentar a los demonios, subrayar que el lugar estaba bajo el dominio de Cristo y recordar a los fieles la pasión del Señor”, remacha el autor.

Esta ceremonia tenía un sentido casi mágico y además parte de los ritos no los veían los fieles, lo que incentivaba su misterio. Ya hemos comentado que cuanto menos claro fuera el texto o la oración que se empleara,  más eficaz se consideraba contra el mal.

Pila de Santillana con Daniel entre los leones,
de sentido claramente apotropaico.



Respecto a la unción y consagración de muros, hace tiempo estudiamos un interesante artículo en el que se hablaba de cómo algunas iglesias se habían construido sobre esqueletos no necesariamente de santos, con el fin de proteger el edificio”cimentado con sangre”. Incluso se dice de algunos templos (como San Pantaleón de Losa) que pudiera tener esculturas alusivas a esas ceremonias. Se puede ver en internet: “Mura cementate col sangue. Un percorso medievale tra riti de fundaziones e reimpieghi anomali” de Fulvio Cervini.

Eric Palazzo en su “Archéologie et liturgie. L’exemple de la dédicace de l’église et de la consécration de l’autel” añade un erudito estudio sobre la composición de masas y morteros en la construcción del templo y su significado.

Arquivolta de S.Pantaleón de Losa (Burgos)


Hasta los arqueólogos que investigan los orígenes de templos cristianos sobre edificios de culto pagano citan la famosa carta de Gregorio Magno al abad Melitón previa a su campaña de evangelización irlandesa, recomendando asperjar con agua bendita (lustral) el edificio a reconvertir “porque podría enlazar un ritual de exorcismo con el ritural de consagración de la iglesia y de los altares” (lustratio). El agua lustral paso a partir del siglo XI a ser llamada agua gregoriana, precisamente por esa recomendación papal. Citando a Righetti “el que el obispo escriba el abecedario sobre las bandas de cenizas cruzadas diagonalmente sobre el pavimento de la iglesia en su consagración", representa para este autor una reminiscencia clásica del augurio que determina los confines del suelo sagrado. Esta escritura, como la lustración, se repite en las paredes de la iglesia y en los dinteles de la puerta de entrada que, como recuerda Righetti, es la proclamación de que Satanás ha abandonado el edificio, en su función exorcista”. (“Reutilizaciones de material romano en edificios de culto cristiano”: L.Caballero y J.C.Sánchez..1990). Entendemos, por tanto, que los dinteles, las jambas, sí son lugares para inscripciones exorcistas. Recordamos una vez más los “retales” de esculturas romanas, de claro aspecto pagano incrustadas en la fachada de la abadía de Sant’Antimo en la Toscana, que no han sido removidas desde su construcción.

Relieves paganos de origen romano en Sant'Antimo en la Toscana


También Ruth Bartal o Francisco de Asís García han estudiado el símbolo del Crismón, del que Matarredoma y Olañeta nos tenían avisados tiempo ha.

El artículo del Dr. Iogna-Prat

https://journals.openedition.org/medievales/6677

Otro famoso investigador Dominique Iogna-Prat publicó en 2012 en la revista Mediévales un artículo dedicado a “Célébrer l’église, réformer la personne: la fête de la dédicace d’église dans La Légende dorée de Jacques de la Voragine”, del que volvemos a encontrar claras referencias a los exorcismos que se empleaban en la consagración de los templos, basado en la última versión de su famoso libro hagiográfico realizada en 1298, donde incluye una lectura de esas ceremonias que no aparecían antes. Ya en su principio incluye una cita a un trabajo de Cécile Caby, según el cual los dominicos continuaban las ceremonias de consagración por los dormitorios “como si fuera preciso luchar pieza tras pieza contra el diablo y como si la irradiación del locus specialis inicialmente consagrado –la iglesia- no fuera suficiente”.

“Cinco razones justifican la consagración del templo o de la iglesia. El rito tiene como primera función “chasser le diable du lieu exclusif du Seigneur”. Y pone un ejemplo tomado de los Dialogos de Gregorio el Grande, del siglo VI, a la hora de reconsagrar la antigua iglesia arriana de los Godos en Roma, en cuya precoz historia a la hora de instaurar los tres elementos consagradores: deposición de las reliquias (en este caso de San Sebastián y Santa Agata); celebración eucarística y el exorcismo, éste se materializó en el momento haciendo huir un jabalí en el que se encarnaba el diablo.

Otras razones son instaurar un lugar de asilo, otra, un lugar de oración, una cuarta es dedicarlo a las siete horas canónicas y la quinta y fundamental es tener un lugar donde administrar los sacramentos.

El autor relata el simbolismo de todo el ritual: así “los tres golpes dados por el consagrador sobre la puerta del edificio para manifestar y combatir toda presencia diabólica significando el triple derecho de Cristo sobre la Iglesia en nombre de la Creación, de la Redención y la promesa de Glorificación o el triple poder de Dios en el Cielo, en el mundo y en el infierno. La aspersión de agua bendita en el interior y el exterior permite “expulsar los demonios en el exorcismo”.

Explica la ceremonia de la inscripción cruzada del alfabeto sobre el suelo “como es clásico desde el siglo IX, a la unión de los dos pueblos a través de los dos Testamentos pero la disposición de las letras en cruz de San Andrés muestra la inversión fundadora de la historia cristiana no solamente entre la derecha y la izquierda, sino sobre todo entre la cabeza y la cola,  los primeros, los judíos, siendo sustituidos por los cristianos". Explicación que no nos satisface, lo mismo que lo que sigue: "Las cruces pintadas sobre los muros por el consagrador permiten pasar del suelo fundador al volumen por el cual  la Iglesia gana en altura."

Sin embargo, sí vemos plausible su afirmación de que “estas cruces tienen por función aterrorizar los demonios” y proclamar el triunfo de Cristo.

Menciona luego la reconsagración en caso de profanación, que en la Edad Media era considerado, citando el caso del asesinato de Santo Tomás de Canterbury , mártir por la Iglesia y en una iglesia y en ese sentido señala tres casos de profanaciones : Jeroboam, Naburzadam (relacionado con el incesto) y Antioco, a los que opone con tres antetipos: Moisés, Salomón y Judas Macabeo. Respecto al “alfabeto espiritual” señala que según el apóstol, permite inscribir la Ley en su corazón” (Rm.2, 14-15) cosa que no se nos acomoda a lo que entendemos, pero que debemos repetir para no quedarnos sólo con lo que encaja con nuestras propuestas.

En resumen, debemos estar atentos a muchos círculos con cruz pintados en rojo en muchos interiores de los muros, que equivalen a cruces de consagración y que la permanencia de esos crismones tiene la función básica -alejada la ceremonia recordada de consagración- de proteger el edificio y su contenido del acoso diabólico, intención que se materializa en muchos casos en imágenes obscenas -incluso dentro del templo- con la misma pretensión de atraer la mirada malsana sorprendiendo y asustando a los diablos que esperan encontrar en esos lugares sagrados enterramientos y almas que llevar.

 

Comentarios

  1. En un magnífico estudio publicado por el Dr. Didier Mehu en el Codex Aqvilarensis 32 "Construir lo sagrado en el Arte Medieval" que recoge las ponencias del coloquio Ars Medievalis de 2016, titulado "La unción, el velo y la visión: antropología del ritual de dedicación de iglesias en los siglos XI y XII", se aportan muchos datos más en torno a ello., como el uso de letras y palabras. "La unión del Verbo y de la iglesia es indicada a través de letras, los elementos a partir de los cuales Dios se hace inteligible". El autor juega con las marcas visibles y las invisibles, que formaban parte de lo efímero del ritual. Menciona algo que a veces nos llama la atención: cómo en algunos templos son dibujados sobre el muro los sillares que deberían formarlo, casi siempre con el mismo color rojo con el que se pintan los crismones (y a veces el taqueado)."Así. indican que la iglesia es una figura, la de la Jerusalén celeste construida por piedras regulares cuidadosamente talladas. El falso aparejo pintado es como una vestimenta que envuelve las diferentes partes constituyente del edificio eclesial, similar al manto de la Virgen".
    A propósito de la protección que supone ese "manto" en los templos románicos a través del taqueado, hemos publicado una posterior entrada en este blog el 13 de Mayo : "Damas bulliciosas".

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