Ordalías compostelanas

En un reciente trabajo publicado en la revista Ad Limina, volumen 7 de 2016 nuestro admirado Juan Antonio Olañeta analiza magistralmente la figura de la que se ha hecho especialista: “Modelos, programas e interpretación de la representación de Daniel en el foso de los leones como imagen alegórica de Cristo Triunfante en algunos hitos de la ruta jacobea”, que tiende a dejarle a uno sin respiración por su extenso titulado, además de su calidad.
Pues bien, finalmente acaba citando las ordalías. Quiere esto decir que no estamos obsesionados, como suele ocurrir cuando alguien se sumerge a encontrar “argumentos”, con hallar en todas partes estos juramentos, sino que en la época del románico suponía algo digno de recordar por la parte de espectáculo que implicaba, esta vez pretendiendo la presencia de Dios mediante el milagro a la vista de todos. No olvidemos que la ordalía (el hecho de que sólo Dios decidiera lo bueno y lo malo de cada acción dudosa) preside la vida del creyente. Si analizamos la pasión de Cristo, es el pueblo (democracia?) quien elige a Barrabás ante Cristo, el pueblo quien pide a sus representantes civiles y religiosos (Anás y Caifás) que ejecute al reo (y que su sangre caiga sobre ellos) en tanto que la autoridad militar (Pilatos) cree en la inocencia del reo, que tampoco colabora mucho en su liberación, con respuestas dudosas (soy rey, pero mi reino no es de este mundo) porque realmente lo que quiere es que se cumplan en El las escrituras y eso implica que lo crucifiquen. Más atrás, tenemos los elementos de una ordalía simplemente en el asesinato de Abel: hay un crimen, no hay testigos, pero Javéh mismo se ocupa de la acusación (el testimonio es la sangre de Abel derramada sobre la tierra  que clama venganza) y su sentencia, contra todo pronóstico (ojo por ojo) es seguramente más dura que la muerte del asesino :la marca de Caín, un estigma social, como luego la estrella amarilla de los judíos.
 No nos detendremos en analizar la burda manipulación que hemos sufrido como niños estudiando la religión como aún se sigue haciendo, con un maniqueísmo que no aparece en  absoluto en la Biblia. Mi libro de religión de 2º de Bachillerato mostraba a un Caín ofreciendo lo peor de sus cosechas y envidioso de Abel. Sólo cuando tienes capacidad y ánimo para ir a la fuente, descubres que jamás se habla de malas ofrendas de uno y buenas de otro. Cada uno ofrecía lo que producía. Otra cosa es que el dios Yavéh como todos los dioses primitivos –que éste sí que tenía envidia de los otros dioses, y por eso en el Sinaí sus primeros mandamientos destruidos por Moisés poco después, se centraban en su exclusiva adoración, sin disponer nada en las relaciones sociales de su pueblo- este Dios quería sacrificios de sangre y no humo de pajas. Y multiplicaba los rebaños de Abel y hundía las cosechas de Caín. La rebelión de Cain estaba justificada ante ese Dios caprichoso (Freizer dice que se potencia con ello el nomadismo del pueblo judío, con los rebaños, frente al asentamiento de los labradores, atados a un terreno) pero se vengó en quien tenía a mano:Abel.
Perdón por la digresión. Vamos al artículo de Olañeta:

En su parte final estudia una figura sorprendente: el aparatoso Daniel entre los leones al pie del parteluz del Pórtico de la Gloria, que acoge bajo sus brazos las grandes cabezas de leones con unas enormes bocas abiertas, como vemos en la foto del propio autor. Explica la utilidad de esas troneras citando a los profesores que han tratado este tema. Yo recuerdo una bella conferencia de Rocío Sánchez Ameijeiras en los Coloquios de Aguilar en la que me impresionó su relato de las posibles sensaciones de los peregrinos pasmados ante esa belleza (realmente aquello era el pórtico de la Gloria) en donde las sensaciones sensoriales (cánticos, sonrisas, pasmo, olor que salía de las fauces leoninas, aquellas figuras celestiales tan vivas…) y hasta las estrellas en lo alto de las arquerías invocaban la gloria.
Pues bien, Olañeta cita los trabajos de Moralejo, Castiñeiras, etc.que encuentran ese espacio litúrgico dispuesto para representación de dramas y ordos o ceremonias aureas (Prado-Vilar) y añade: “quizás podría plantearse para estos orificios otra función –no incompatible con la comentada- relacionada con juramentos realizados en el marco de ordalías a modo de Bocca della Veritá, tal y como estudió en su día Mariño para el caso de Santiago de Carrión”. De este trabajo y otras evidencias hemos hablado al principio de este blog.
En este punto, Olañeta cita un libro de M.M.Vila da Vila: "Avila Románica: Talleres escultóricos de filiación hispano-languedociana" .Avila,1999, en donde se menciona un capitel del interior de la iglesia de San Andrés de Avila, cuya foto mostramos realizada por la siempre recordada Cova.

La citada investigadora analiza el capitel, en el que nos sorprende que quien mete la mano en la boca de la fiera (¿)  sea a su vez otra fiera. Además, el humano que lo flanquea muestra sorpresa y quizás horror. Descarta, como parece lógico, que sea Daniel y hace una sorprendente comparación con un viejo conocido: el Daniel de Yermo, señalando que ambos –el humano de Avila y el Daniel de Yermo- muestran una actitud similar: en pie y orando, pero atemorizado. Cuestión de opiniones. La actitud orante de Yermo no implica temor alguno.

(capitel de Daniel en Yermo y al lado el del castigo a los conspiradores descubierto por Olañeta y publicado en el Codex Aqvilarensis)
 La investigadora prosigue: “Quizás la escena en cuestión no represente ninguna historia, pues sólo muestra a un hombre asustado y a un león que parece ornamental, pero cuyo gesto podría estar inspirado en las representaciones de cierta ordalías, que evocan los juramentos realizados con la mano en la Bocca della Veritá.Sin embargo, en el capitel abulense es un león el que introduce su garra en la boca de una máscara humana. Después cita un capitel de San Quirce que veremos de seguido.
Como siempre procuramos hacer, acudimos a la “Biblia” del románico, que es la Enciclopedia. La escueta descripción : "un hombre acompañado de felino que introduce su pata en la boca de una de las máscaras que hay a los lados del hombre". No hay interpretación. En nuestra modesta opinión, y en base a lo dicho por la propia Vila da Vila recogido en la EdR fechando la iglesia en torno a 1130, pudiera estar haciéndose un desprecio o burla contra las ordalías, de una manera más directa que en otros templos, ahora poniendo a un cuadrúpedo, quizás un león, introduciendo la garra en una boca…quizás humana, la más humana de las que hemos visto, en una imagen de inversión de la realidad, que provoca la sorpresa del “comentarista” que lo acompaña, que abre la boca y los brazos en signo de sorpresa e incomprensión. Y desde luego, nada que ver con el Daniel de Yermo.

Y ya nos hemos extendido más de lo pensado con la “prédica bíblica” y necesitaremos otra entrada.

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