CODA: LA CAZA DEL OSO EN SANTIAGO EL VIEJO, DE ZAMORA.


El gran circo
Como venimos anunciando, una escena similar a la del circo de Silió aparece esculpida con gran cantidad de personajes en un capitel de Santiago el Viejo de Zamora. Hay que destacar que esta vieja y sencilla iglesia carece de canecillos, probablemente desde su origen, y por eso se incrementan las figuras apotropaicas en su interior.
Siluetas de las figuras del frente del capitel de Santiago el Viejo de Zamora

La ficha dedicada a este templo en la Enciclopedia comenta esta escena circense, que está próxima a otros capiteles de claro contenido sexual. De nuevo el circo acompañado de sexo, dos elementos que atraen la mirada, sorprenden al espectador, desactivando alguna dañina intención que trajera, conscientemente o no. Si un diablo o un aojador entran allí, se van a ver sorprendidos y “descolocados” donde esperan encontrar otras imágenes que acompañan a las sepulturas allí ubicadas o a su alrededor y el efecto apotropaico ha de defender el recinto. Los cimacios de estos capiteles contienen cabezas de leones amenazantes.
Excelente foto de Lola e Ina con las figuras circenses del capitel de Zamora. La mujer de la bola arriba, sujeta con su sola mano derecha el cuerpo del personaje boca abajo. Los "portores" se abrazan debajo para apoyarlos 

El abigarrado capitel del circo, con personajes subidos unos sobre otros, con dos hombres sentados o agachados que cruzan brazos y piernas mientras otros se apoyan en ellos, otro hombre cabalga un caballo llevando otro hombre encima en equilibrio, en el centro una aparente fémina superforzuda que lleva en una mano una bola y en la otra sostiene nada menos que a un hombre cabeza abajo, en fin, esa acumulación de figuras entre las que no falta el itifálico, los contorsionistas, forzudos,etc. lo primero que provocan en el visitante, aún hoy, es averiguar qué diablos ocurre allí, identificar lo que hace cada uno, cómo se relaciona con el vecino, si hay alguna escena escondida…en resumen, atrae nuestra mirada queriendo descifrar el “enigma” que ofrece el capitel, exactamente lo que quería el escultor que haga quien llega allí, diablo, curioso o aojador:  que se entretenga en descifrar ese misterio, al modo de “la cantidad no revelada” que decíamos supone –también hoy- la flor de cardo que se pone en la puerta de las cabañas aragonesas y navarras, donde no había presupuesto para capiteles, o los laberintos en las portadas de las iglesias, o los entrelazos sin fin o la tupida red vegetal que “obstruye” el tímpano de Cervatos para impedir entradas indebidas, del mismo modo que se pone sexo en sus ventanas que rechacen la entrada atrayendo la mirada, salvaguardando el interior. Algo de eso veíamos en lugar tan sagrado con el Santo Sepulcro.
Lateral del capitel abigarrado con "castellets", contorsionista e itifálico (quizás un mono). La coincidencia del falo sobre el culo del saltimbanqui inferior no tiene ninguna connotación sexual, a nuestro juicio.

Pensamos que, como en los casos de Cervatos y Santiago el Viejo, son templos que necesitan mayor protección por su aislamiento, o quizás sus promotores lo verían así. Curioso : Cervatos tiene todo lo obsceno en el alero, y su interior está “limpio”. Otras como Santiago, no tienen nada en el alero y han debido proteger desde el interior.
Cara lateral con el jinete portando a otro sobre los hombros


La cacería del oso

Precisamente en Santiago ha visto Lola un detalle muy significativo: hay un capitel con una escena de animales y humanos y entre esos animales parece haber osos y junto a uno de ellos –siempre con sogas envolviendo a unos y otros - un hombre muestra una bola, seguramente una piedra. El otro oso que localizamos -uno en cada esquina- asoma su cabeza entre lo que parecen dos leones que lo acosan.
Frente del capitel de la caza. A la izquierda el oso es sujetada por los brazos y manos del cazador que lleva una soga alrededor. En el centro un mastín (no es león) se revuelve contra otro oso (o es el mismo en diferente escena)

 A veces es difícil distinguir osos de leones o de mastines, y debemos fiar la identificación a datos como la cola o la cabeza, con los dientes o las orejas. El tallista ha tenido buen cuidado en destacar las dos orejas grandes y juntas del mastín del centro de la composición, para diferenciarlo de un león y como miembro del “equipo” de caza, la soga del hombre le pasa por el cuerpo. 
Lateral de la caza con  la gran cabeza del oso mordiendo las cinchas (o los rabos) de los mastines. A la derecha se ve claramente el cuerpo del mastín al que se le ha marcado el ano que muerde una especie de escoba (quizás la soga)

El presunto león de la cara interna parece morder  algo que no distinguimos con su boca, quizás un vegetal, mientras se le ha tallado claramente el ano bajo un corto rabo. ¿Muerde el extremo deshilachado de la soga? Tanto uno como otro de los acosadores no son leones porque no les sube el rabo sobre el lomo como es habitual en el románico, cosa que sí hacen la pareja de leones próxima, que sujetan una bola (¿más circo?) y el resto de leones del templo. 
Capiteles de Santiago con una mujer exhibicionista a la izquierda y pareja de leones con entrelazos sujetando una bola en donde se observa que los leones son esculpidos con el rabo subiendo por el muslo, como suele ser en el románico.

Por tanto, el tallista quiere poner mastines, más cuando el de la derecha levanta un corto rabo propio de un perro.  Lo que se quiere narrar en el capitel es la caza del oso; a la derecha son perros mastines (y no leones)  los que acosan al oso del que sólo aparece su gran cabeza en el ángulo mordiendo las correas de los mastines, netamente diferenciadas de la soga que manejan los cazadores; al otro lado, son los hombres quienes lo capturan, uno de ellos pasa la soga por su cuerpo, sujetando valientemente con las manos enguantadas un cepo que coloca al cuello del oso, mientras otro humano al lado, montado sobre el oso enarbola un objeto, quizás una piedra. Ambos calzan pedules.
Lateral del capitel de la caza, en el que un ¿domador? cabalga la fiera con una bola en la mano mientras otro le abre la boca con guantes para colocarle un cepo o bozal

 No será más que una coincidencia, que en Zamora quizás no hubiera (tantos) osos como en Cantabria, pero parece evidente que la escena trascendía. Salta a la vista que junto a un espectáculo de abigarrado circo, aparecen imágenes con osos atados y humanos que les controlan. Tan sólo el que cabalga al oso a la izquierda y el que pone el cepo son humanos. Si los que acosan al oso a la derecha no fueran leones (pese a que es lo que dice la ficha) se puede pensar en mastines, empleados para la caza del oso habitualmente, como vemos en Villacantid. Si distinguimos las sogas que amarran al oso (con marcas del trenzado) de lo que parecen correas que sujetan a los mastines, claramente diferenciadas, a las que el oso acosado trata de morder a la derecha, podemos componer una violenta caza del oso en dos escenas consecutivas. El tema de la caza del oso, de la que aún existen fotos a principios del siglo XX, casi un rito de iniciación medieval, es el tema central de la famosa novela del escritor costumbrista montañés Jose Mª.de Pereda: “Peñas Arriba”.
Detalle de las cabezas de osos y los mastines para su caza. El cazador lleva guantes para ponerle el cepo al oso

Parece haber, por tanto, una equivalencia de temas entre la iglesia zamorana y la iguñesa : circo y osos y en la de Santiago, además, escenas rústicas, que parecen talladas sin modelo a copiar, como la pareja envuelta por la serpiente que evoca a Adan y Eva, mostrando él su sexo capado y ella sorprendentemente con falda y al lado, la pareja tapada por la hoja de parra,  o la dama exhibicionista entre grandes aves en el pendant. Santiago el Viejo o de los Caballeros estaba en el límite de las murallas, por lo que pudiera necesitar una mayor protección, materializado en sexo y circo. Si en Zamora aparece la captura del oso, no parece descabellado encontrarlo domesticado y útil en el capitel de Silió.
Capiteles de los probables Adán y Eva (él capado, ella con falda) con la serpiente que les envuelve. Al lado, ambos de parra
En el centro mujer exhibicionista con faldas. Al lado los leones con bola

Como decíamos al principio de la tercera entrega, en Villacantid, cerca de Reinosa en Cantabria, zona osera en el pasado no tan lejano, se representa en un capitel exterior la caza del oso con los mismos elementos de Zamora: mastines que acosan, hombres que alancean al bicho (en Zamora lo quieren capturar vivo) y hasta un hombre encargado de “levantar” al oso tocando el cuerno.
Abad mordido por serpientes, rodeado de diablos y quizás con bolsa al cuello en la ventana de Pujayo

Terminemos en Silió y sus “paganas” escenas y asumamos que el aislamiento puede haber ayudado a mostrar mejor los sueños y la vida de los aldeanos, aceptado por el comitente, y a veces atreviéndose a fustigar incluso los vicios y pecados de los que dirigían su fe, como los sorprendentes capiteles de la ventana de Pujayo, que si copia en su entrada –como hemos visto-  al circo de Silió, no duda en mostrar en la ventana la condena de la avaricia de abades y clérigos. Pujayo era iglesuela marginal, fuera de toda ruta, ideal para esos desahogos. O no.
Pendant del abad de Pujayo con un avaro acosado por diablos



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